Por Sergio H. Lantígua
Para obviar un aluvión de imputaciones prescindibles y malquistas, axiomáticamente suscitas por el encabezado de éste antagónico artículo; quiero puntualizar, que no soy censurador, ni opinante de éstos hechos históricos pospretéritos, atribuídos por la historia a héroes y heroínas nacionales.
Tampoco, averiguador disconforme con lo ya establecido en ellos, pués acepto sus evidencias narrativas como acontecimientos, cuya veracidad y autenticidad, comparto con beneplácito, execrando el hormigueo inquisitivo que pueda usufructuar este lego discípulo de las letras.
Pero parigual al distinguido amigo y colega Ricardo González, arquitecto de éste arquetipo de interrogantes, las que hace con legítima autoridad y que yo también me pregunto: Tendrían nuestros historiadores conocimiento de éstos pormenores? Y porqué, éstas incidencias contradictorias, no fueron embutidas en nuestros textos de historia, ni mucho menos dichas en las escuelas? Sería por negligencia investigativa o por complicidad repartida?
Como un antecedente entrador, debo especificar que conocí al autor de éste manuscrito en el año 1995, a través de un amigo nuestro, escritor-psicólogo-nutricionista, el sr. G. Clayton Viddler, quién fungió de anfitrión en la tripartita tertulia.
Durante el intercambio de ideas habituales, le indiqué al Sr. Cisneros, que yo era Dominicano, y con expresión deferente me dijo las siguientes palabras: «Soy un gran admirador de la tierra de Duarte»; palabras que repitiese en la dedicatoria a éste servidor en el compendio que hoy presentamos, y a las que no le diese importancia alguna en aquél tris.
Palabras textuales: «Dedicatoria para Sergio Lantígua, con fraternal saludo de F. García, sentido admirador de la patria de Duarte. Nueva York, Mayo de 1995«.
Indubitablemente, que a ustedes debió extrañarles, el porqué el literato no escribiera: «Para Sergio Lantigua, con fraternal saludo de F. García, sentido admirador de la patria de Máximo Gómez, cumplido propicio, y mucho más acorde con la credencial histórica del caudillo nativo en la independencia de su patria cubana.
Después de embeber su obra, intuí, que lo hizo adrede, basado en sus conclusiones, estudios y averiguaciones biográficas del coetáneo; disparejas con las crónicas consabidas del estratega militar.
Contraportada del epítome polemista , y cito: La muerte de José Martí: Versiones y discrepancias de Máximo Gómez. Es una antología de documentos que enfrenta las personalidades diametralmente opuestas de Gómez y Martí, durante las luchas de la última Guerra de Cuba por su liberación.
Su autor no ha escatimado esfuerzos de investigación para presentarnos a un «libertador», Máximo Gómez, desmitificado de tal crédito histórico; además de considerarlo culpable, por muchas y pesadas razones, de la muerte de Martí. Aquí deseo reseñar que en su texto, él, acusa al «libertador» de ser el autor intelectual de la muerte de José Martí.
Aprovechando éste interludio, vamos a intercalar la carta que nuestro coterráneo enviase al Sr. Tomás Estrada Palma, el 2 de agosto de 1895 que motivara el desaguisado comento. En ella, MG dice lo siguiente: «Pudiera decirse que los amigos de Martí, que alocados lo endiosaban, lo empujaron a ocupar un puesto que no era el suyo y donde pereció sin beneficio para la patria y sin gloria para él…Máximo Gómez.
Para esta nueva obra: Máximo Gómez y la muerte de José Martí, han sido muchos los archivos públicos y privados que le han servido para la acumulación de documentos aquí presentados (en el libro) a los lectores, algunos inéditos en la historiografía cubana.
Ya es hora de que se despeje (según el escribiente) el misterio sobre la muerte de José Martí: callar es otorgar, a los que, como Gómez, les convino el misterioso silencio que rodeó su muerte.
El autor de este nuevo libro sobre José Martí, libertador de Cuba por su apostólico patriotismo de una fe inquebrantable en la soberanía de su patria, ha escrito dos libros sobre Martí y el arte, tema en que ha especializado su devoción por el patriota: José Martí y las Artes Plásticas (1972), y José Martí y la pintura española (1987); además, ha escrito más de una docena de ensayos periodísticos sobre distintos temas, entre ellos, el que se refiere a las distintas versiones sobre la muerte de Martí, dada por Gómez.
Florencio García Cisneros es, además, autor de dos biografías históricas cubanas: Máximo Gómez – Caudillo o Dictador? (1986), y otro sobre su abuelo: El León de Santa Rita, el General Vicente García y la Guerra de los Diez años: Cuba 1868-1878 (1988).
Por sus libros ha recibido elogiosas críticas que resaltan, principalmente, su acuciosa forma de documentar los temas históricos que trata, demostrando así su respeto y devoción por la verdad histórica y su empeño en desmitificar a los falsos «libertadores» y las biografías oficiales, que son, las más de las veces, obras escritas para concursos, donde ha de prevalecer el fervor patriótico de turno… Clausura de la cita.
Ahora comprenden el porqué mi determinación de presentar a la opinión de vosotros el ideario «desmitificador» de para quién – y en eufonía con su dictamen favoritista – Máximo Gómez, fué un falso «libertador».
Los documentos antológicos al cual hace referencia el escritor Cisneros, son recopilaciones de cartas intercambiadas entre los dos patriotas a quienes describe como antípodas, porque según el parecer del Apóstol, el general Máximo Gómez, era un «déspota, egocentrista y dictador».
Yendo un poco más lejos todavía, acusándolo de haber traicionado a los cubanos en la Guerra de Yara (1868-1878), por haber pactado con el general español Arsenio Martínez Campos el 21 de diciembre de 1877.
Por considerarlo como un señalamiento descollante de nuestro escrutinado al final de su narrativa, exhortando a leer en su totalidad la carta-documento para la fiscalización que intentaba presentar a la nueva generación de historiadores cubanos para que ellos, como jurados, pudiesen en el futuro, presentar la imagen de Máximo Gómez, tal y como fué, y no como ha sido idealizado por sus biógrafos y los historiadores de las guerras de Cuba.
Puede que éstas sean solo presunciones mías, pero por lo desmenuzado en el contexto del libro, puedo casi categorizar que parte de los biógrafos cubanos, nunca han otorgado su venia, al hecho de que un alienígeno, fuese el antagonista en popularidad patriótica, del mártir cubano.
Esta auscultación ególatra-malagradecida no minimiza un ápice, el concepto popularista que para nosotros, los Quisqueyanos, personifica la figura Bolivariana del general Montecristense
NOTA: El escritor de éste volúmen, Florencio García-Cisneros, falleció tres (3) años después de nuestra amigable junta.
Apreciado amigo Sergio, en verdad, escudriñar en la historia, es un paso adelantado que te da el destino, pues con ello puedes entender que algunos errores voluntarios y otros involuntarios son suficientes para cambiar un episodio.
En el particular,
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Ricardo