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El gourmet que llevamos dentro

Por: Sergio Reyes II.

Su apabullante presencia se nos impone a cada instante, en cualquier rincón de la ciudad o en remotos lugares en donde nos encontremos. Su frescura y originalidad sale a flote en conversaciones informales, reuniones de trabajo y hasta en las más refinadas tertulias de la alta sociedad.

Lo pregona a rabiar el vendutero. Ése que nos habla de la prodigiosa yuca tres mujeres -por aquello de que el citado tubérculo para ser degustado solo requiere una doncella que lo pele, una que lo deposite en el caldero y otra que lo saque, porque se cuece al instante!-.

Lo levantan con orgullo nuestros compatriotas que residen en el extranjero, quienes, en ocasiones festivas, de desfiles patrióticos o de índole deportiva, levantan la enseña tricolor y, con cierto toque de irreverencia e hilaridad, colocan la atractiva y apetitosa imagen de un plátano –plátano power, le dicen!-, en el lugar en que se supone debería  estar estampado el escudo patrio.

Se impone en originales certámenes realizados en importantes plazas del extranjero en las que nuestros nacionales, rebosantes de orgullo patrio han institucionalizado eventos como el del mayor mangú, el mayor sancocho o la mayor –y mejor- habichuela con dulce, entre otros,  destinados a romper los afamados Records Mundiales Guinnes.

Se deja sentir a cada instante, cuando nos llegan noticias de que un nativo de estas tierras confrontó problemas al arribar a un aeropuerto de una nación extranjera y serle incautados un descomunal salami, una pieza de queso de hojas o cuantiosas cantidades furtivas de mangos o aguacates, de los de verdad, que sólo se producen en nuestra tierra.

Se convierte en la comidilla común en los temas frecuentes de los asiduos de las Redes Sociales, quienes, además de compartir virtudes y rebatiñas -a veces con demasiado desparpajo-, también se esmeran en dar a conocer al mundo lo que comen, lo que comieron y hasta lo que están preparando para la cena. (Sé de algunos que antes de comenzar a degustar un rico plato en un restaurante de lujo, se toman una instantánea para fanfarronear más adelante mostrando la foto a los amigos y relacionados).

Y vale decir que esas fotos y ésas tomas fugaces habrán de ser conservadas en la memoria del celular, la imagen de fondo de la pantalla de la Tablet o la lap top y, posiblemente, hasta en un lugar destacado del hogar, tal si fuese un trofeo de guerra, arduamente conquistado.

Inundan los portales de internet. De hecho, las conocidísimas ventanas virtuales  Imágenes Dominicanas y Remolacha.net cuentan con un vasto prontuario de gráficas por las que desfila todo el amplio mundo del arte culinario dominicano, con exquisiteces y delicias que a cualquiera le hacen la boca agua.

Una amplia gama de la producción bibliográfica de nuestro país, encaminada por reputados intelectuales así como por personalidades versadas en el arte culinario, ha sido dedicada a ilustrar y promover la vistosa y variada oferta de la gastronomía nacional. El folklor, el arte popular y las manifestaciones del carnaval se constituyen en parte de las áreas hacia donde se vuelcan las expresiones más connotadas del arte del buen comer dominicano y, si dejamos volar la imaginación, hemos de colegir en que en materia de refranes, piropos, adivinanzas, cuentos picarescos y otras expresiones populares, el arte culinario siempre ha estado presente.

Esas manifestaciones de los elementos que constituyen la rica y variada oferta gastronómica nacional, así como la manera distendida y sin ambages con la que a diario nos expresamos y regodeamos en asuntos del comer y del beber, a lo que se agrega el importante papel de los postres, las confituras y los antojitos -haciendo, como es natural, una especial mención del rico y saludable aporte de las frutas, gracias a la extensa variedad de ellas que se produce en nuestras tierras-, ha sido el eslabón al que se ha aferrado de manera magistral un comediante estrella del parnaso nacional, para dar vida a Tubérculo Gourmet, personaje histriónico que simboliza, sin temor a equivocarnos, a una gran mayoría de los habitantes de esta media isla que responde al nombre de República Dominicana.

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El vendutero que pregona sus víveres, frutos y hortalizas, la fritanguera que hace delicias con orejitas, pica longas o salami frito con tostones, entre otras minucias, el establecimiento que se esmera en confeccionar las más ricas, variadas y sabrosas empanadas. La doñita del barrio que sostiene a sus nietos gracias al alto aprecio y la calidad de que gozan los quipes y pasteles en hoja que confecciona, a duras penas, en la humildad de su hogar. La que nos entona la mañana con los efluvios y el sabor de un energizante jengibre o una taza de aromático y humeante café. Aquella que vende habichuelas blanditas, la que amasa y hornea las ricas arepas o quienes elaboran el delicioso y fresco mabí de bejuco indio  o cacheo, herencia de nuestros antepasados indígenas.

Y qué decir de exquisiteces regionales como el chivo liniero, el sancocho de las siete carnes, el cerdo horneado en puya, el chen chen, el majarete o la habichuela con dulce, entre otros, que por su gran calidad y penetración se han convertido en piezas importantes del patrimonio gastronómico cultural, en toda la república y allende los mares?

Cosas como éstas, que de solo mencionarlas provocan que entren en acción las glándulas salivales, han sido atrapadas de manera magistral por Don Tubérculo Gourmet, en jocosas y ocurrentes entregas televisivas con las que nos mantiene atrapados con la gracia y el encanto de la cotidianidad que nos envuelve.

Y es que este personaje, encarnado por el genio del san cristobalense Raymond Pozo, trasciende las fronteras territoriales para llevar a cada dominicano, donde quiera que se encuentre, una chispa y un fulgurazo de las cosas que nos caracterizan y con las que cada cual se siente identificado.

Si acaso alguien lo duda, le retamos a tomar nota, en lo adelante, de cuáles son los temas preferidos de los dominicanos en sus conversaciones rutinarias -además de la política y la pelota, obviamente!-. Observe cuidadosamente el deleite y parsimonia con que la gente se distrae en sus visitas frecuentes al supermercado o el almacén de comestibles. El auge que han tomado las ventas de frutas en las calles y las paradas de los semáforos así como la guerra de especiales que viene dándose en estos días entre los restaurantes especializados en pica pollos –administrados casi en su totalidad y de manera inteligente por nacionales asiáticos-, los de comida rápida y las pizzerías, entre otros.

Y a esto se suma la irrupción de los puestos de ventas de Cachapas y otras especialidades de la culinaria venezolana, que han comenzado a proliferar en nuestro país como consecuencia de la inmigración masiva provocada por la delicada situación política y económica por la que transita esa hermana nación sudamericana.

Tubérculo Gourmet representa, sin temor a equivocarnos, el rasero por el que se pueden medir las ansias, apetencias y preferencias en el orden  gastronómico del hombre y mujer dominicano. Y, como es natural, en esa misma medida asume el papel de paradigma y prototipo de la forma de pensar y de sentir de nuestra gente.

Acorde con ello y estirando un poco los parámetros de los elementos costumbristas y tradicionales del ciudadano común, aprovechando la coyuntura que presentaba la pasada contienda electoral dominicana, los productores y libretistas del segmento televisivo que encabezan los destacados humoristas Raymond Pozo y Miguel Céspedes, orquestaron todo un andamiaje para ofertar a los electores la candidatura de Tubérculo Gourmet a la Presidencia de la República Dominicana, como argumento central para la edición de una película a ser rodada en medio de los comicios.

El rodaje de la pieza en cuestión, que viene a ser una secuela de una primer puesta en escena  del personaje aunque con una trama diferente, fue concluido hace varias semanas y la cinta   está presentándose en diferentes salas de cine, a nivel nacional, con buena acogida del público, tal y como ha sido reseñado por los medios noticiosos y de variedades.

Dada la chispa y jocosidad que los citados personajes le imprimen a esta trama así como por lo novedoso de un enfoque de aspectos nodales de la gastronomía doméstica a nivel cinematográfico, este significativo aporte ha de servir, en lo adelante, para catapultar aún más a Raymond Pozo, Miguel Céspedes y todo el elenco de la cinta, convirtiendo a la misma, de paso, en un elemento de referencia de las bondades, exquisiteces y delicias del arte culinario de la República Dominicana, tanto a nivel nacional como internacional.

Degustemos la película, apoyemos el valioso aporte de los productores y el elenco que ve acción en la cinta y ayudemos a difundir en todo el orbe el indiscutible valor de nuestra gastronomía, con sus sazones, sus sabores, sus efluvios y la originalidad y diversidad de sus recetas.

Enhorabuena!!

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