Hace unos días que participamos junto a distinguidos colegas neurólogos y geriatras, en el último curso-taller que cada año prepara la Asociación de Alzheimer, para los familiares y cuidadores de los pacientes que padecen la enfermedad. Una de las participantes nos hizo la interesante pregunta de dónde residía la memoria. Le respondimos que si tuviéramos la respuesta completa seríamos por lo menos Premio Nobel de Medicina. Creemos que hoy es un día apropiado para “conversar” sobre cómo el cerebro organiza sus memorias y cuáles son las áreas que sabemos participan de ella, y cómo esta enfermedad altera las neuronas y convierte al rosadito y robusto cerebro, en una masa esponjosa similar al exquisito queso gruyere.
Cuando vemos, oímos o sentimos, se inicia en nuestro cerebro una compleja onda eléctrica y química, que en milisegundos toca módulos separados donde tenemos estancadas las memorias, desde aquella que nos viene codificada desde nuestros ancestros animales, antes del australopiteco que se atrevió a erguirse. En cada estímulo, el cerebro evoca no sólo esa memoria ancestral, pues toca el lóbulo temporal donde se acepta que existe una de las “computadoras” de la memoria y es el área cerebral que le da forma a las imágenes, junto al área occipital.
La corteza parietal maneja los aspectos de orientación y de profundidad del objeto observado. En áreas profundas de nuestros cerebros que compartimos con otros animales, están el hipocampo y las amígdalas cerebrales. El primero está encargado de consolidar los recuerdos a largo plazo y le da al estímulo percibido un contenido de relación con hechos anteriores; pero él no puede sólo, sino que necesita que este estímulo vuelva a la corteza cerebral que es la que tiene la capacidad de discriminar. Cerca de esta área hipocámpica hay una zona que se llama “entorrinal”, que es el verdadero centro de control tanto de la memoria vieja como la nueva, de escasamente unos centímetros, la más importante, si ésa se nos daña nos quedamos sin ningún tipo de memoria, ni pasada ni reciente.
Hace unos domingos nos referimos al Deterioro Cognitivo Leve, que es una entidad en la que se inician fallos de la memoria, que empiezan con la llamada afasia nominal, empezando por olvidar los nombres de las cosas y las personas. Estos fallos de memoria reiterativos son considerados como la antesala del Alzheimer.
“La memoria de trabajo” da muestra de fallos, alteraciones que tienen gran importancia, y se recomienda iniciar tratamiento en estos estadios tempranos. La memoria de trabajo se define como un sistema que mantiene y manipula información de manera temporal, con numerosas funciones cognitivas. Organiza los pensamientos lúcidos y afectivos, desde nuestra memoria genética hasta lo que usted está viviendo ahora mismo, donde cada lector se hará un juicio particular del artículo que está leyendo, esperando que benévolo, ese “juicio” comparativo, será la implementación hacia la memoria ejecutiva, que es consciente y discrimina. Esta memoria permanente tiene su bunker en el área pre frontal, centro rector de conductas y procederes.
Pero no se alarmen los desmemoriados, lo que importa es que esas áreas de las memorias no se deterioren y mantengan: talento, inteligencia con manejo emocional, sabiduría y efectividad.
Es preciso destacar que hay numerosas causas de alteración de la memoria: inatención, herencia, personalidad, envejecimiento, el distraído, agotamiento, estrés, la depresión, las alteraciones metabólicas, y no tienen que ser necesariamente esas pérdidas de memoria, secundarias a la temida enfermedad del colega neurólogo que hoy celebramos su día, el alemán, Dr. Alois Alzheimer (1864-1915).