La elección de Atlanta para 1996 como sede olímpica fue muy polémica por dos razones. La más importante, porque se daba por seguro que la responsabilidad de la organización recaería en Atenas, ya que se cumplían 100 años desde los primeros juegos de la época contemporánea, organizados también por la capital griega. Y, en segundo lugar, porque Estados Unidos ya había organizado una cita olímpica en 1984 (Los Ángeles).
Durante estos Juegos Olímpicos hubo que lamentar dos muertes provocadas por un atentado terrorista en el Parque Olímpico del Centenario. Esta fue la segunda ocasión en la que el terrorismo golpeaba a unos juegos, ya que en Munich 1972 el conflicto entre Palestina e Israel provocó una masacre en la mismísima villa olímpica, cuando un comando palestino secuestró y asesinó a ocho integrantes del equipo olímpico israelí. Aunque esta vez las proporciones del atentado no fueron tan grandes como en 1972, el hecho sí que conmocionó a la comunidad olímpica y dio lugar a una serie de protestas.
A nivel deportivo, Michael Johnson fue profeta en su tierra, ya que se hizo con dos oros en las pruebas de 200 y 400 metros lisos y, además, consiguió batir el récord del mundo de los 200 metros (19.32) triturando la anterior cifra, conseguida por él mismo meses antes. El Pato, como se conocía a Johnson por su particular forma de correr, siempre con el culo muy abajo, se consolidó en Atlanta como uno de los mejores atletas de todos los tiempos.
La cita también fue muy especial para otro velocista norteamericano. Carl Lewis, el atleta total, el hijo del viento, se despedía de los Juegos Olímpicos con un nuevo oro para su palmarés. Con su punta de velocidad ya deteriorada, Lewis consiguió hacerse con la victoria en salto de longitud, poniendo así el broche de oro a una carrera deportiva envidiable en la que consiguió un total de diez medallas olímpicas, nueve de ellas de oro.
La delegación española consiguió unos resultados positivos, aprovechando la inercia creada en Barcelona 1992. Aunque no se llegó a los 22 metales conseguidos en la ciudad catalana, los 17 de Atlanta dejaron descontentos a muy pocos. Los metales españoles llegaron a pares. Miguel Indurain, tras no poder conseguir su sexto Tour, se rehizo consiguiendo el oro en la especialidad de contrarreloj. Su pretendido sucesor, Abraham Olano, le secundó en el podio.
La vela, uno de los puntales en Barcelona, siguió dando días de gloria al deporte español. Dos oros, conseguidos en las pruebas de Vela Tornado y Vela 470 por Fernando León Boissier y José Luis Ballester Tuliesa y por Natalia Via-Dufresne y Theressa Zabel respectivamente adornaron el medallero español. También en tenis hubo doblete, en este caso de platas. Sergi Bruguera en el masculino y Arancha Sánchez en el femenino demostraron el buen momento del tenis español. Arancha hizo más grande su leyenda al llevarse el bronce en dobles junto con la aragonesa Conchita Martínez. Por último, Fermín Cacho se tuvo que conformar con la plata en 1.500 metros lisos y Valentí Massan consiguió un meritorio bronce en los 50 kilómetros marcha.
En deportes por equipos también se cosecharon medallas de todos los colores. Oro para el waterpolo, plata para el hockey y bronce para el balonmano.