ESTEBAN A TORRES MARTE escritor Entorno

Aproximación al pensamiento antropológico-social del escritor Eduardo García Michel (2-3)

Por: Esteban A. Torres Marte – Escritor. Reside en Santiago Rodríguez.

Vislumbrando la filosofía política del pensamiento desgarrado de la nueva américa naciente y su ser atrofiado por especulaciones otrora feudales, (en nuestro caso se trataba del pre-capitalismo). Hostos al igual que Eduardo García Michel y con plena lucidez del movimiento histórico ripostaron a la nueva escuela del pensamiento inane. No pudimos alcanzar las corrientes predominantes del empirismo de Locke (4), y el hacer creativo en el fundamento de una agricultura proveniente de los matices del mercado y de la acumulación originaria de capital. Fuimos el peón del afuera y de la autoridad patriarcal devenida en subproducto de bienes:

“ (…)

Este Congreso tiene ínfulas. Ha establecido que “todos los empleados públicos son responsables por el mal desempeño de sus funciones y pueden ser denunciados por cualquier ciudadano”. Yo ya no creo en nada, Abimbaíto. Tienes que aprender que el poder está en la daga; ¿qué digo?, en el sable o el mosquete.

(…).

Ojalá que puedas leer el discurso de Benigno Filomeno Rojas. Yo que apenas llegué a bachiller, me emociono al leerlo. Dijo que “para conservar la libertad considero de absoluta necesidad la propagación de las luces y el establecimiento de cultura intelectual, porque sin ilustración, señores, la conservación de la libertad es difícil, por no decir imposible”.

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Esa gente sí que es patriótica.

Tú sabes que escribo desde la villa de Moca. Desde que estoy aquí, vivo espantado. Mis oídos no cesan de imaginar sonidos de sables. Me estoy volviendo loco, pero que lindo pueblo, Abimbaito, ¡que lindo pueblo! Cuídate.”

(“Carta desde el Congreso” 3 de agosto, 2012, págs. 84-85)

La noción de cultura y su manejo accidentado parte del criterio localista a través de intelectuales ideológicos como Félix María del Monte, Tomas Bobadilla, Meriño y Baez.  Las categorizaciones y las alternativas del juicio crítico la percibimos con mayor claridad a través de Bonó y su concepción autóctona de signos (en especial en su obra: El montero), que prefiguran la noción de clase ejecutante y dominadora (5).

La trayectoria del discurrir evolutivo posiciona las divergencias extremas en un período crítico de la soberanía nacional (1890-1930). Sin embargo, es en 1916 que esa conciencia crítica padece un cerco de censura y marginalidad. Nos referimos al pensamiento de Federico García Godoy y de Américo Lugo respectivamente. Pero previo a estos acontecimientos la censura oficial ya había cruzado su ámbito polarizable: se aislaba a José Ramón López y a Moscoso Puello y otros. Se les acusa de ser “nihilistas”. Acepción que intentaba desprestigiarlos y le signaba como antipatriotas (todo en un marco ideológico sospechosamente “patriótico” y “nacionalista”).

“(…)

-Filósofo Vitriólico, las pruebas nacionales indican que, aun cuando la mayoría es promovida al terminar el octavo grado, el estudiante no sabe todo lo que debía saber en matemática, lengua española, ciencias naturales y ciencias sociales, y que al completar el bachillerato no ha logrado los conocimientos mínimos esperados… Sin embargo, ni las autoridades ni el maestro han reaccionado a estos señalamientos… La promoción al margen del conocimiento es ya parte de la cultura de la educación dominicana.

(…)

-Filósofo Vitriólico, la idea de que a los pobres se les debe ofrecer una educación de segunda y una titulación fácil para que egresen del sistema lo más rápido posible, es un cuestionamiento radical del papel de la educación como mecanismo de desarrollo y promoción individual.

-Pero es evidente que en la escuela no se aprende lo necesario y eso tiene que ser atribuible al sistema educativo. ¿No es así?

-Si Vitriólico. En cierta medida, el docente, el director de centro y muchos de los técnicos y funcionarios del sistema educativo laboran de conformidad con lo que aprendieron. Y, ¿qué aprendieron? Que la educación es una actividad marginal; que el currículo es materia para impresionar a extranjeros; que el libro es un instrumento político y no un elemento fundamental para una educación de calidad; que la educación pública es educación de pobres; que los pobres aprenden menos; que no existe una correlación entre promoción y el aprendizaje; que todos los niveles enseñan lo mismo; que el aprendizaje de los estudiantes no es la finalidad del sistema educativo; y, finalmente, aprendieron que no hay que esforzarse demasiado.

– Lo que usted acaba de decir, Maestro, es grave, pero lo es más aún si nos damos cuenta de que somos un país que no reacciona ante sus problemas fundamentales”. (“Conversación sobre la educación (1)” 6 de enero, 2013, págs. 109-110).

Haciendo uso de una narratología en tercera persona y fundamentada en una línea criollista el autor impone una correspondencia del lar nativo. Memoria del decir y el sentir. “Usurpa” al urbanismo y a la modernidad el discurso que oculta de pleno la tragicomedia de la desventura. Se corresponden caracterizaciones de personajes que, o viven o duermen en la inconsciencia del saber. La excepcionalidad irrumpe cual liderazgo de antaño. Uno de ellos palpita en desmesura frente a los aconteceres: El mito de Pandora tiene sus límites.  Es precisamente lo que el autor riposta frente a un estamento coercitivo. Su crítica entona al ropaje de la jurisprudencia falseada y a la continuidad del discurso del poder. La ruptura creada por el estamento de dominio cultural e ideológico en el seno de la comunidad de instrucción-pensamiento y cultura no será poética sino política (6).

Tanto la dramática, crónica, el testimonio, la poesía y el ensayo expresan de manera categórica las significaciones de una lectura contradictoria que se manifiesta en lo histórico y social. Es el agente de la cultura (el Yo-persona-escritura) quien propicia la cosmovisión contradictoria del inmanente mundo. Un ejemplo epocal lo tenemos en:  Los enemigos de la tierra (1936), de Andrés Requena; Over (1940), de Ramón Marrero Aristy; Cartas a Evelina (1941), y Cañas y bueyes (1975), F.E. Moscoso Puello; No todo está perdido (1961), de Ramón Lacay Polanco; y El Derrumbe (1975), de F. García Godoy.  Desde estas instancias creadoras se advierten los signos diferenciadores frente a un cinismo de Estado colegiado con una prensa cautiva.  El referente más ominoso fue contra los escritores que osaron cuestionar el discurso intervencionista en los albores de 1916 (el proceso coyuntural de la primera intervención norteamericana al territorio nacional).

El autor que nos ocupa acaba de entronizar un andamiaje correspondiente a uno de los espacios fluctuantes del marco del código republicano incumplido:

“(…)

-¿Usted  escuchó, filósofo Vitriólico?

-Tiene razón el señor Blanco Canto, y al mismo tiempo no la tiene. Es verdad lo que dice y no lo es. No basta con la envoltura. Debe irse un poco más allá. A la naranja hay que quitarle la cáscara para que pueda comerse.

-¿Se ha vuelto usted loco, maestro Vitriólico?

-Pudiera ser, pero todavía no.

-Y, entonces qué quiere decir.

– Yo, nada.

-Acaso tiene miedo.

-No.

-Dispare, mientras le queden tiros.

Mira, Abimbaíto, el tema del fortalecimiento de la institucionalidad puede que diga mucho y puede que diga poco. Son etiquetas. Categorizaciones. Y cuando los humanos se aferran a las etiquetas algunos lo aprovechan para que no cambie nada.

(…)

-La Constitución proclama que nuestra democracia funciona mediante el ejercicio simultáneo de tres poderes y algunos más que se les aproximan.  Entre ellos se equilibran y contrapesan.¡Oh, ingenuidad! En la práctica, en los hechos, solo hay uno. Los demás están subordinados.

-El antídoto es forzar a que haya transparencia absoluta en el desempeño público.

-Abimbaíto, esa es una parte; importante, si, y mucho. Pero la tendencia histórica de los “líderes políticos” es la de asumir el poder ejecutivo como una instancia que lo controla todo; y así cuando llegan a esa altura se dedican a ejercer presión vertical hacia abajo, hacia la yugular de las instituciones y terminan asfixiándolas, inutilizándolas, dejándolas como meros artefactos decorativos…”

(“De Último minuto” 19 de marzo, pág. 215)

El escritor-narrador ha puesto en jaque los ideales del romanticismo social al despojar del melodrama lo subyacente de la ideología de la tardo-modernidad que se ha configurado como antihumanismo a mediados del siglo XIX hasta nuestros días. Si bien es cierto que el romanticismo nace en la configuración rebelde, no menos cierto es que el modernismo lo heredó. Los modelos impositivos de la revolución industrial inglesa fueron despojando a la superestructura cultural de las categorías de libertad, igualdad y fraternidad (7).  En cambio, se integró una racionalidad de culto sensorio-plusválico.  La reflexión sobre el cosmo y su trascendencia se temporaliza en la acumulación del capital: “poseer para ser”.  El logos se transfiguró en la materialización del acto como argumento darwinista:

“(…)

-Eso parece sobreentendido, ¿no es así?

-En cierto aspecto no somos un pueblo, un verdadero pueblo capaz de evolucionar consciente y progresivamente. En realidad, no somos más que una masa sin precisos contornos, hondamente trabajada por la acción disolvente de personalismos aviesos, cada vez más fraccionada, sin rumbos fijos, sin ideales, de una inferioridad mental que la incapacita para elevarse a un concepto de nación aun en una acepción la menos compleja posible.

(…)

-Como argumento soberano e irrebatible de justificación para muchos actos reprobables buscamos siempre el precedente, el funesto precedente. De esa manera creemos explicar y aun justificar todo lo malo.

-El asunto es como solucionar este hondo mal social.

-Los pueblos siempre están preparados para adelantar y avanzar en un sentido de cada vez más efectiva conciencia democrática siempre que a su cabeza esté el hombre o los hombres de buena voluntad interesados leal y patrióticamente en tal empeño.

-O sea, usted piensa que necesitamos líderes, ¿verdad?

(…)

-No se trata, no debe tratarse de formar una élite de intelectuales, de enciclopédicos, de sabios, en una palabra, sino de crear, este es el vocablo, hombres capaces de personales iniciativas y de erguirse en todo tiempo y circunstancias contra lo que reputen atentatorio a la verdad y a la justicia.

-¿Y no será que, en el fondo, lo que falta es educación?

-Se ha considerado siempre el problema educativo desde puntos de vista exclusivamente intelectuales. Se ha descuidado cuanto se relaciona con lo fundamental en el individuo: el carácter, la voluntad briosa y tesonera, lo que únicamente determina en el ser individual una verdadera personalidad propia para la lucha por la vida.

-Don Federico, ¿tiene usted alguna preocupación?

– Entre nosotros no existe ni ha existido nunca verdadera solidaridad. En esa falta resaltante de cohesión social, estrecha y sólida, consiste en primer término la causa del tremendo desbarajuste que se revela en todas las actuaciones desordenadas de nuestra existencia colectiva… Un individualismo, rabioso, torpe y disolvente, aún no atenuado en lo más mínimo, parece como que marca un ritmo de permanente impulsión en la vida incoherente y tumultuosa del pueblo dominicano.

-¿Somos acaso un proyecto de nación fallido?

-No es obra imposible, pero sí dificilísima la de transformar de la noche a la mañana nuestros deficientícimos métodos de vida política.”

(“Factores críticos de la personalidad nacional” 14 de mayo, 2016, págs. 230-232)

Notas 

1.- El autor Eduardo García Michel es oriundo de Moca. Posee una trayectoria académica de primer orden. Estudió en la Universidad Complutense de Madrid donde obtuvo dos especialidades: en Estudios Hispánicos (Facultad de Filosofía y Letras), y en Ciencias Económicas y Comerciales. Se graduó de una Maestría en Administración de la Integración Económica (en el Instituto de Estudios Superiores de Administración -IESA- de Caracas, Venezuela). Es cofundador de la Fundación Siglo 21 (institución corresponsable de la reforma constitucional de 1994, la reforma de la seguridad social -en el fundamento de salud ciudadana-, y de la reforma municipal). Es autor de los libros: 30 de Mayo, Trujillo ajusticiado, Al amanecer, la niebla, Una experiencia de política monetaria (crisis bancaria del 2003), y Moca, el pueblo de antes. En el contexto de su  productividad intelectual su vigencia se encuentra en diversos artículos repartidos entre el Listín Diario y Diario Libre. El texto comentado es una compilación de sus artículos-narrativos:  Vitrólico y sus personajes/ Diálogos y relatos (Archivo General de la Nación: Volumen CCCLXXXVIII, Santo Domingo, 2020).

2.-  Jean Braudillard: La ilusión y la desilusión estética, (Ed. Monte Ávila Editores Latinoamericana, Caracas, 1998, pág. 19).

3.- Eugenio María de Hostos, “Forjando el Porvenir americano”, (Obras Completas, vol. XII, tomo I, 1939, pág. 128).

4.- Para Locke no existen ideas innatas. Todo proviene de la experiencia de los sentidos. Por lo tanto, el desarrollo social nace en la transformación de la naturaleza y en grado acumulativo su valor deviene en conocimiento (libertad, igualdad, el derecho a la propiedad y la justicia del estamento civil gubernamental). De su autoría: An Essay concerning Human Understanding, 1667. (Second Treatise of Civil Government, 1690).

5.-  Miguel Collado: Apuntes bibliográficos sobre la literatura dominicana, (Ed. Biblioteca Nacional, Col. Orfeo, Santo Domingo, 1993).

6.- Reinhart Koselleck: Futuro Pasado. Para una semántica de los tiempos históricos, (Ed. Paidós, Barcelona, 1993).

7.- E.H. Carr: ¿Qué es la historia? (Editorial Seix Barral, Barcelona, 1967).

8.- AAVV: Niveles de cultura y grupos sociales, (Ed. Siglo XXI, México, 1977), y Roberto Cassá: Historia social y económica de la República Dominicana, (Ed. Alfa y Omega, Santo Domingo, Vols. 1 y 2).

El Escolasticismo en su origen se manifestó en la materialidad del Hato Ganadero en la República Dominicana (de donde provino el origen del criollo), y su prolongación en el tiempo como cultura se definió en función de la religión y estructuras pre-capitalistas. Roberto Cassá: Historia social y económica de la República Dominicana, (Ed. Alfa y Omega, Santo Domingo, Vols. 1 y 2).

9.-  Friederich Nietzsche: El origen de la tragedia, (Siglo XXI, Buenos Aires, 1985).

10.- Franz Fanon: Los Condenados de la tierra, (Ed. Fondo de Cultura Económica, México, 1963).

11.- Sigmund Freud: El chiste y su relación con el inconsciente, (Alianza Editorial, Madrid, 1983).

12.- Henri Lefebvre: Introducción a la Modernidad, (Editorial Tecnos, Madrid, 1971).

13.- Jürgen Habermas: Facticidad y Validez. Sobre el derecho y el Estado democrático de derecho en términos de teoría del discurso, (Editorial Trotta, Madrid,1998).

14.- Juan Isidro Jimenes-Grullón: Sociología política dominicana, (1844-1966), 3vols., Santo Domingo, 1974-1980, y Rosalba Campra: América Latina: La identidad y la máscara, (Ed. Siglo XXI, México,

NOTAS

1.-  La referencia a su pensamiento proviene del texto de su autoría: Vitrólico y sus personajes/Diálogos y relatos (Archivo General de la Nación, Volumen CCCLXXXVIII, Santo Domingo, 2020).

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