En el Mundial de Béisbol de 1973 en Cuba, el dominicano Héctor Mayobanex Rodríguez Gómez no solo se destacó por su destreza atlética, sino también por un memorable encuentro con Fidel Castro, que culminó con un gesto de reconocimiento inesperado que marcó su carrera y dejó una huella imborrable en la historia del deporte.
Por: Juan Pablo Bourdierd.
Sabaneta, Santiago Rodríguez, RD. En el corazón del béisbol caribeño, donde la pasión y el talento se encuentran en cada esquina de las calles y estadios, emergió una figura cuyo nombre resonaría no solo en su natal República Dominicana sino también en el escenario internacional: Héctor Mayobanex Rodríguez Gómez, oriundo del barrio Bolsillo, Santiago Rodríguez. Su historia se destacó especialmente durante el Mundial de Béisbol de 1973 en Cuba, evento que no solo puso a prueba su destreza, sino que también le proporcionó un encuentro inolvidable con el comandante Fidel Castro.
Durante el campeonato, la República Dominicana mostró un rendimiento formidable, logrando una admirable cuarta posición entre los competidores globales. Sin embargo, fue un momento específico el que definió la carrera de Rodríguez Gómez y dejó una marca indeleble en la memoria de todos los que presenciaron el evento. En un juego crítico contra el equipo cubano, mientras Cuba tenía jugadores en posición anotadora con un corredor en tercera base, Héctor Mayobanex, conocido por su delgada figura, pero enorme tenacidad, realizó una jugada que parecía desafiar lo imposible.
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El dominicano interceptó un batazo fuerte entre left y centerfield, no solo capturó la pelota, sino que también ejecutó un doble play hacia el home, una maniobra que apagó las esperanzas de anotación de Cuba en ese inning. La jugada fue tan impresionante que captó la atención del líder cubano, Fidel Castro, quien estaba presente en el juego. En un gesto poco común y significativo, Castro detuvo el encuentro, se acercó a Rodríguez Gómez y, en reconocimiento a su extraordinaria habilidad, le firmó un guante de béisbol. Al entregárselo, Castro comentó admirado: “Nunca había visto un flaco con tantas fuerzas”.
Este encuentro se convirtió en una anécdota legendaria en la carrera de Héctor Mayobanex y una prueba palpable de cómo el deporte puede trascender las barreras políticas y culturales, uniendo a las personas en reconocimiento y respeto mutuo. El guante firmado por Castro se convirtió no solo en un trofeo personal para Mayobanex sino también en un símbolo de su impacto en el deporte y su capacidad para impresionar e inspirar más allá de las fronteras de su país.
El legado de Héctor Mayobanex Rodríguez Gómez sigue siendo un testimonio de la habilidad, la determinación y el impacto que un individuo puede tener, no solo en su propio país sino en el escenario mundial, demostrando que el verdadero talento no conoce fronteras ni limitaciones.