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Una madre sabanetera ejemplar: Doña María Andeliz de Vargas

Por: Luís Amílkar Gómez.
La mayor contribución que un ser viviente hace a este planeta es contribuir con la propagación de su especie.

La reproducción es posible gracias a un ser especial en gran parte de los grupos vivientes: la hembra.

En el renglón humano esa hembra es llamada mujer, que al engendrar y par ir a su progenitor recibe un nombre muy especial: madre.

Pero ser madre no es solo tener la criatura sino que junto a su pareja, al formar la familia, deben procurar que esos retoños sean útiles a la sociedad, a través de un proceso educativo que se inicia desde el nacimiento.

No hay espacio en este periódico digital para nombrar a las madres sabaneteras que han cumplido a las mil maravillas con su rol y cuyos hijos e hijas han seguido siendo buenos ejemplos para los demás.

Hoy quiero referirme a una de ellas. Hoy quiero hablar de doña María Andeliz de Vargas.

Doña María, quien falleciera hace algunos años, fue el estandarte de mamá luchadora, protectora y educadora de sus hijos.

Ella procreó a Aida, Cielo, Emilia Estela, Bienvenido, Francia, Pablo y Carmen Vargas Andeliz. Dolly fue una hija muy especial.

Al marcharse, ella dejó al pueblo de Sabaneta y a la República Dominicana, un puñado de hombres y mujeres sumamente educados con una vocación de servicio a todas pruebas.

Pero doña María no se conformó nunca con parír y criar, sinó que junto a su recordado esposo, don Ramón Vargas, trabajaba incansablemente para proveer a sus vástagos con lo necesario para que vivieran modesta pero decentemente.

La recuerdo en esas tardes sabaneteras, sentada frente a su pequeño negocio, balanceando su siempre delgada figura en una mecedora moncionera.

Allí maquinó su último gran negocio. Usando créditos de los bancos y contado sus ahorros, doña María comenzó a construir y vender casas. Fabrica bauna, la vendía, y comenzaba inmediatamente la construcción de la otra.

Así contribuyó con muchas unidades a la oferta inmobiliaria en Sabaneta, cuando nadie en el pueblo ni siquiera pensaba en esta actividad como un negocio.

Ella era ambiciosa en sus proyectos. Mi pensares que ella quería convertirse en una especie de Donald Trump sabanetera.

Lamentablemente, el implacable tiempo no se lo permitió

Doña María Andeliz de Vargas era una mujer de armas tomar. Odiaba con toda su alma al charlatán, al deshonesto, al sin vergüenza, al irresponsable, a los políticos corruptos y a los militares represores.

En más de una ocasión la escuché decir a algunos de estos personajes lo que ella pensaba de ellos sin inmutarse y con una valentía que no se correspondía con su frágil figura.

Así era doña María. Una mujer única, un ser humano horriblemente sensible y una madre que siempre puso el bienestar de sus hijos por encima de todo.

Habemos en este mundo muchas personas agradecidas de sus acciones. Como el licenciado Fernando Torres y el doctor Héctor Darío Taveras, a quienes ella acogió en su casa y contribuyó con su formación.

Gracias doña María por permitirme ser su amigo y amigo de sus hijos.
Usted fue una gran mujer y no quiero que permanezca en el anonimato.
En nuestro pueblo nacen heroínas todos los días.

Feliz Día de las Madres a todas las sabaneteras residentes en nuestro pueblo y en el mundo.

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