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Reclamar con energía y sensatez, pero sin sobrepasarnos

Por: Sergio Reyes ll.

Como fuego que se expande en la pradera, asimismo se ha difuminado en la conciencia cívica de toda persona sensata el rechazo a la exacerbada acción de fuerza cometida recientemente por un agente policial en contra de un ciudadano afroamericano, mientras se procedía a materializar un arresto.

La desafortunada medida, que a todas luces devino en convertirse en una burda acción represiva de corte racista, fue llevada a cabo por los integrantes de una patrulla en la ciudad de Minneapolis (Estado Minnesota; EE. UU), y debido al excesivo abuso de poder con que se actuó, se produjo la muerte por asfixia del empleado privado de nombre George Floyd.

La difusión, por la vía digital del citado hecho, con toda la crudeza y salvajismo con que fue cometido, así como la indiferencia y el silencio cómplice observado por la totalidad de los uniformados actuantes en el caso, provocó que en pocos instantes se hiciera de conocimiento público, provocando un rechazo generalizado de la ciudadanía, que dió lugar al desencadenamiento de un estallido social de gravísimas consecuencias.

La vibrante exigencia de aplicación de justicia y castigo drástico a los culpables se expandió por las principales ciudades de la Unión Americana como chispa en medio de un cañaveral, contando a su vez con el apoyo solidario de la gente sensata y ecuánime en la mayor parte de las naciones del mundo.

Lo que en sus inicios fue una expresión de rechazo a las acciones represivas y de corte racista esgrimidas por los agentes policiales, dio lugar a la creación de un amplio movimiento solidario de contenido social que bajo el lema «Black Live Matters» (Las vidas de las personas negras importan)», 

en pocos días desencadenó una oleada de multitudinarias acciones de protesta a las que se unieron grandes contingentes populares. 

Sin embargo, es preciso consignar que, en algunos lugares, al tiempo que se realizan las manifestaciones populares también se han suscitado algunos conatos de saqueos y daños a la propiedad pública o privada, que solo contribuyen a desacreditar el movimiento popular.

Así las cosas, se hace necesario un toque de sensatez, en aras de rescatar la tranquilidad de una población que de por sí ya se encontraba al borde de la desesperación, como consecuencia de los efectos de la pandemia que golpea al mundo desde hace unos meses y que, en el caso de los Estados Unidos, ha cubierto de luto, hambre y desempleo a millares de hogares a lo largo y ancho del territorio nacional.

El cese de la violencia, cambio en el módus operandi policial y estricta aplicación de la justicia en todas sus consecuencias, se impone como la demanda del momento.

Desde ya, se están dando los pasos para instrumentar una normativa de procedimientos en el comportamiento policial en el que se supriman, de manera expresa, los salvajes métodos de sometimiento a la obediencia implementados de manera rutinaria por los agentes policiales al momento de proceder al arresto de un presunto culpable de la comisión de un delito.

Tal es el caso del sometimiento bajo la técnica de dominación en la que se presiona  la rodilla del agente actuante encima de la garganta de un individuo que ha sido parcialmente dominado pero que sigue oponiendo cierto nivel de resistencia física al arresto.

Dado el salvajismo con que se lleva a cabo dicha práctica, varias personas han perdido la vida (como es el caso del citado Floyd) o han sufrido diferentes daños colaterales que ponen en riesgo su salud y hasta la propia vida.

Hoy, más que nunca, cobran vigencia los postulados de dos grandes líderes y pensadores norteamericanos y del mundo, quienes encabezaron grandes jornadas en pro del reconocimiento y respeto de los derechos civiles de la población afrodescendiente, así como en contra de la segregación y todo tipo de discriminación (racial, económica, social, política, religiosa o de género, entre otras).

Junto al brillante accionar de figuras como Martín Luther King o Malcolm X -entre otros-, es justo evocar a líderes de la reciedumbre política y moral de Mahatma Gandhi y Nelson Mandela, quienes demostraron al mundo todo lo que se puede lograr con la aplicación inteligente y bien orquestada de estratégicas jornadas de desobediencia civil no violenta  -o Resistencia Pacífica-  y la lucha denodada en contra del racismo institucionalizado, la pobreza y la desigualdad social, al tiempo de postular la reconciliación y la armonía entre todos los miembros de la sociedad.

Se hace necesario restablecer la paz y la tranquilidad en el seno de la población. El imperio de la justicia debe prevalecer por encima de los abusos y la impunidad. 

De igual manera, debe ponerse un freno inmediato a los excesos de algunos desaprensivos que, con sus acciones, desacreditan las legítimas acciones de protesta.

En síntesis, debemos reclamar nuestros derechos a todo pulmón, pero con mesura, con sensatez y sin sobrepasarnos. 

¡Y se hará justicia!

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