Como era de esperar, todos los países soviéticos excepto Rumanía devolvieron a los Estados Unidos el boicot que éstos realizaron cuatro años antes a los Juegos Olímpicos de Moscú. El gobierno soviético esgrimió dos razones para no acudir a la cita olímpica: la falta de seguridad de sus atletas y la propaganda anti soviética que, según la URSS, hacía el gobierno estadounidense aprovechando la cita olímpica.
Uno de los momentos más emotivos se vivió al descubrir que el último relevo de la antorcha olímpica, que se había mantenido en secreto, lo dio la nieta de Jesse James, atleta negro que en las olimpiadas de 1936, celebradas en el Munich de Hitler, había conseguido cuatro oros. Se había especulado con la posibilidad de que este relevo lo hiciera algún atleta rumano en solidaridad con este país por acudir a los Juegos Olímpicos a pesar del boicot soviético. Finalmente se prefirió no echar más leña al fuego y se escogió un último relevo igualmente emotivo pero sin consecuencias geopolíticas.
Ironías del destino, en la cita de Los Ángeles un nuevo atleta norteamericano de raza negra se reencarnó en Jesse James. Un joven llamado Carl Lewis, al que después llamarían El hijo del viento, se hizo un hueco en la historia ganando cuatro oros olímpicos. Curiosamente, los consiguió en las mismas pruebas que James ganara en 1936, es decir: 100 y 200 metros lisos, el relevo del 4×100 y salto de longitud.
Más allá de las coincidencias, Los Ángeles vio nacer deportivamente al que después se consagraría como mejor atleta de la década, el hombre que fue capaz de ganar cuatro oros olímpicos en la misma especialidad (salto de longitud, a pesar de que nunca pudo batir el récord mundial). En total, Lewis conseguiría nueve medallas olímpicas en su carrera.
Cuatro medallas consiguió también el nadador alemán Michael Gross. En este caso fueron dos de oro, en 200 metros libres y 100 mariposa, y dos de plata en las disciplinas de 200 mariposa y en el relevo de 4×200 metros.
El mejor recuerdo español de aquellas olimpiadas es el torneo de baloncesto, en el que el grupo formado por Epi, Fernando Martín, Romay, Solozabal o Corbalán tan solo se vieron superados por el Dream Team de Jordan y Ewing en la final. La plata supo a gloria para el baloncesto español, que justo ese año había creado la liga ACB moderna, tal y como la conocemos hoy día. Fue un espaldarazo esencial para que las generaciones futuras se interesaran por un deporte hasta entonces menor en España como el baloncesto.
A parte del baloncesto, la gran alegría española estuvo protagonizada por Luis Doreste y por Roberto Molina, que consiguieron el oro en la disciplina de Vela 470. Además, la gran sorpresa la dio José Manuel Abascal, que fue tercero en la final de 1.500 metros.