Por: Papo Fernández.
El ángel que rasgó el infinito
se apresuró en su vuelo,
dejó las tareas pendientes
y se dispuso
a cobrar con intereses
unas vidas livianas.
Y el Rey que le ha dado permiso
de hacerse dueño del destino
en opacidad invisible
al ojo humano, sin protesta
los recibe.
Se nubló la nube
se llovió la lluvia
y el silencio dejó de oírse,
y en la ruta seca del delirio
la vida se fue llevándose
la vida.
La muerte sonríe de pronto,
se eleva suprema en la planicie negra
y se cree victoriosa en el accidente, que produjo el opio ofrecido a su cliente;
pero de pronto,
en la lista ve los nombres…
se ensombrece su rostro
y la derrota se alberga en sus ojos…
la sangre le hierve
y mira el olor del perfume
de aquellas vidas,
y se estremece.
No hay cómo hacer morir
a Sandy, Javier y Yamina.