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La vida del hombre más inteligente de la historia

William James Sidis entró en la Universidad de Harvard a sus 11 años.

“Quiero vivir una vida perfecta”, dijo William James Sidis. “La única manera de lograrlo es a través del aislamiento, de la soledad. Siempre he odiado a las multitudes”.

Una persona de inteligencia media alcanza un coeficiente de 90 a 110. Solo el 6 % de la población mundial alcanza uno de entre 121 y 130. William James Sidis tenía 300, según destaca un sitio donde se recoge sus archivos.

Cuando apenas tenía un año y seis meses, le pidió a su madre que le prestara una hoja de The New York Times y se puso a leerla, en voz alta.

Su madre se llamaba Sarah, era médica y su familia residía en Nueva York desde 1889, a la que llegaron huyendo de los pogromos en Rusia. Durante su etapa universitaria conoció a Boris Sidis, médico psiquiatra y filósofo. Él también era inmigrante, había llegado en 1887 a Estados Unidos huyendo de la persecución política en su país de origen, Ucrania.

Los padres de William elaboraron un proyecto: tener un hijo y estimularlo para que fuera un pequeño genio.

“Conducimos la mente del niño por canales estrechos atrofiando y deformando su mente hacia la mediocridad. Si el niño se desenvuelve en los rígidos moldes del hogar y la escuela, el resultado será una permanente mutilación de su originalidad y genio”, decía Boris Sidis.

El experimento tuvo resultados rápidos. El pequeño William aprobó el tercer curso de primaria en tres días. Escribió cuatro libros (dos de anatomía y dos de astronomía) entre los 4 y los 8 años. A esa misma edad, ya hablaba ocho idiomas: el latín, el griego, el francés, el ruso, el alemán, el hebreo, el turco y el armenio, además del inglés.

A los 11 años entró en la Universidad de Harvard, y era experto en matemáticas aplicadas. Obtuvo su título de Medicina a los 16 años.

Los medios de comunicación le comenzaron a dar espacio y poco a poco se comenzó a volver conocido, pero la comunidad científica le daba la espalda. Su militancia de izquierda lo marginó todavía más, sobre todo cuando se declaró ateo y socialista.

A medida que continuaba con sus carreras universitarias (llegó a completar siete) y sus proyectos un poco delirantes, vivía en una soledad cada vez más profunda.

Vivía, entonces, encerrado en un pequeño y bastante sucio departamento de Boston, saliendo solo para visitar a sus padres de vez en cuando o participar en alguna actividad política. En una de esas manifestaciones políticas conoció a Martha Foley.

Foley era una activista irlandesa quien se interesó en Sidis. Se acercó, entonces, y habló con él, pero Sidis era tan tímido, sobre todo en presencia de una mujer, que apenas pronunció palabra. Sin embargo, salieron un par de veces juntos, pero Sidis era un ignorante absoluto de las convenciones sociales.

Su padre le recomendó que no viera a Foley nunca más y que cortara todo lazo con ella. Sidis dejó de ver a Martha, pero también dejó de ver a su padre, y dejó las manifestaciones políticas y las entrevistas para los diarios y se encerró en su departamento. Un 17 de julio de 1944 su cerebro no dio más y sufrió una embolia cerebral, y cayó sobre el piso.

Su cuerpo fue encontrado una semana después. (I)

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