La lección de don José

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Por Arismendy Rodríguez

     (Profesor de Derecho Político y Constitucional, UAPA)

Mi reloj marcaba las 7:17 a.m. y acababa yo de librar el tercer raund de mi ya acostumbrada batalla mañanera entre mi cama y el despertador. Era la tercera posposición de aquella estridente alarma, cinco minutos más, me decía mientras me aferraba a la sábana, cinco más… hasta que ya no pueda dilatarlo, porque de hacerlo el implacable tiempo me pasaría factura.

Entre acurruque y acurruque, perdiendo por momento la noción y la certeza de qué día era hoy (esto de iniciar la semana laboral un martes provoca estos dislates), caí en la cuenta de que era jueves, «jueves de mantenimiento» en el complejo de apartamento donde hace un tiempo ocupo un primer nivel como inquilino.

 

Como ocurre periódicamente, don José rastrillaba el área común, con un silbido bajito el tozudo encargado de mantenimiento del residencial se entregaba a su oficio, el cual interrumpió para con voz ronca llamar la atención de un jovenzuelo estudiante que al parecer le pasó con paso apresurado por el lado sin decirle los «buenos días».
-Hey, uté venga acá, dijo don José dirigiéndose al muchacho.
-Sí, dígame, dijo el muchacho en tono bajo y tímido, como el que presiente lo peor.
-¿En qué curso etá uté?, dijo con sesgo acusador don José.
-En oitavo, tartamudeó el jovencito.
-¿La maetra no le ha enseñao que cuando uno se encuentra con aiguien mayoi en la mañana debe decile «bueno día»?
El joven estudiante, al parecer turbado, atinó a balbucear unas cuantas palabras que no logré captar.
-Las maetra de esto tiempo, -dijo don José ya en una especie de monólogo y como hablándose a sí mismo, pues, ya el chico se había esfumado seguro cabizbajo ante semejante sermón- las maetra de esto tiempo ya no educan a lo niño, eto da vergüenza, no e´como diante!!

 

Don José siguió rastrillando, yo me dirigí a la ducha, pero aquel pequeño incidente mañanero me aguijoneaba y se arremolinaron muchas preguntas en mi cabeza. ¿Tenía razón don José?, ¿tenía derecho a restregarle en la cara aquel jovencito su falta de modales? ¿Es sólo la escuela responsable de la educación de los niños? ¿Y los padres? ¿A decir «buenos días» sólo se aprende en la escuela? ¿No se ha percatado don José que en las grandes urbes no se estila saludar a extraños?…

 

Confieso que, mientras dejaba caer sobre mi cuerpo el agua de la regadera, la reflexión también me llevó a reprocharme las muchas veces que he pasado embelesado por el lado de don José sin saludarle. También las muchas veces que me he guardado el saludo sólo por el temor a no recibir de vuelta el mismo saludo, pensé en las filas de los bancos, en las aulas, pensé en los carros de transporte público, en los autobuses de la OMSA, en el Expreso Sabanetero, pensé en todos aquellos lugares y ocasiones en las que he dejado pasar la oportunidad de saludar, de mostrar buenos modales…

 

Al salir al parqueo, todavía don José rastrillaba el área verde de mi bloque. –Buenos días don José, le dije con aire de satisfacción. –Bueno día li-cen-cia-do, dijo don José casi deletreando y levantando levemente su desgastada gorra. Su sonrisa de oreja a oreja, reconfirmó en mí lo que había presentido, para don José un saludo vale y dice mucho.

Mientras manejaba camino a mi trabajo, no dejaba de pensar en el incidente y en cuestionarme y cuestionar a la sociedad en la que nos ha tocado vivir. Aprendida la lección!!

3 COMENTARIOS

  1. Distinguido profesor Arismendi Rodríguez Mi enhorabuena! A veces por gandulería inquisitiva, tildamos de heteróclitos, artículos como el suyo, pués aparenta ser inocuo e insubstancial; pero para éste humilde servidor, éste usufructa una envergadura

  2. Gracias Ambiorix y Sr. Lantigua por el halago de la lectura y pródigo comentario sobre esta aleccionadora anécdota.
    Un abrazo!

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