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InicioCulturaKolibrípark: Un remanso de esparcimiento al abrigo de la naturaleza

Kolibrípark: Un remanso de esparcimiento al abrigo de la naturaleza

Por: Sergio Reyes II.
Muchos años de búsqueda le tomó a Marco Stannat encontrar en nuestra tierra tropical el lugar idealizado que le permitiese desarrollar un proyecto turístico acorde a la visión que venía madurando de tiempo atrás, en su lejana tierra natal que de solo evocarla evoca imperios, polkas, salchichas a la brasa con papas, cervezas espumosas y heladas y, claro está, el riguroso sonido de los tacos de las botas al entrechocarse, en atención marcial.

A tono con ello, el jovial y amistoso alemán se dejó caer por los predios de la frontera dominicana, luego de incursionar como diletante en proyectos fallidos, inviables e inconclusos, en algunos otros puntos de la geografía nacional, que no se avenían del todo al concepto de desarrollo eco turístico que venía cobrando fuerza en su interior y que de más en más se agigantaba en sus expectativas, al entrar en contacto con la imponente y embrujadora floresta que domina en su totalidad el entorno de la Cordillera Central, y de manera concreta sus estribaciones norte y toda el área circundante, a su paso por las provincias de Santiago Rodríguez y Dajabón.

De tal suerte, echó manos de todos los ahorros de que pudo disponer, comprometió el apoyo de amigos y unos cuantos familiares y apertrechado de planos, contratos y una incansable capacidad de trabajo, un buen día se allegó a la comunidad de Piedra Blanca, en las cercanías de Santiago de la Cruz, provincia Dajabón, para enrumbarse a partir de entonces en una aleccionadora jornada de esfuerzo y amor a la naturaleza, al par que apego a la frontera dominicana, que de por si debe servir de ejemplo a muchos compueblanos y posibles inversionistas faltos de fe en las potencialidades de nuestra región.

Kolibripark Segio Reyes
Kolibripark Segio Reyes

El complejo vacacional.
Un cuidadoso manejo del aspecto arquitectónico en equilibrio con los elementos paisajísticos, climáticos y culturales que predominan en toda esta vasta región fueron tomados en cuenta al momento de erigir las diversas instalaciones que conforman la infraestructura básica del complejo habitacional Kolibrípark. De entrada, resalta el empleo de madera rústica de pino en la construcción –o revestimiento- de algunas de las habitaciones o áreas de servicio, así como el uso, con sorprendente vistosidad, de las irregulares piedras en tono mayormente ocre, para decorar las paredes y divisiones de algunas de las instalaciones y que, en el caso de la cocina al aire libre, adquiere una connotación magistral. La frescura y vistosidad de nuestra palma cana resalta desde lejos en la techumbre de las diferentes instalaciones, con lo que se ha logrado integrar un elemento típico, de uso frecuente en las construcciones rurales, quioscos y enramadas de las viviendas urbanas y en los más reputados centros de diversión.

De buenas a primeras y según sea el caso, el visitante de Kolibrípark puede disfrutar del tradicional ambiente citadino, con descanso en habitaciones levantadas en paredes de concreto, finamente decoradas y ambientadas al mejor estilo de un hotel tradicional –con música ambiental clásica, TV por cable, internet, Skype y otros engendros de los nuevos tiempos-, y cambiar el ambiente, si así lo deseare, tan solo con pasar de una habitación a una cabaña, para quedar envuelto en el bucólico ambiente de cocos, palmeras, cajuiles y la amplia sabana que se extiende en la lejanía y se observa a través del balcón, en la quietud de una habitación tapizada de madera con olor a aserradero, en donde pululan los colibríes, se escucha con precisión el canto de múltiples aves que tienen este espacio como su hábitat natural y se siente llegar, con todo su esplendor, el olor de la brisa mañanera, los prístinos rayos del sol y el estridente llamado del gallo requiriendo nuestra integración a la labor -aún sea como mera evocación a la diaria costumbre!-.En otras palabras: en contacto pleno con la naturaleza, el canto de los grillos, el hechizo de las luciérnagas y los cocuyos; Apartados del mundanal ruido y los conflictos predominantes en la era que nos ha tocado vivir.

Desde sus inicios, el centro vacacional eco turístico Kolibrípark fue concebido como el destino ideal para personas ávidas de descanso, en un ambiente familiar, rodeado de todo el esplendor que ofrece la naturaleza en estas pródigas tierras fronterizas, pero revestido de una serie de elementos derivados del modernismo de los que no se puede, o es difícil prescindir. Acorde con estas premisas, el centro está equipado con las herramientas que facilitan que la estancia sea agradable y llevadera para personas de cualquier edad.

Como hemos señalado, las habitaciones se avienen a las exigencias de cualquier tipo de público y las facilidades de tipo tecnológico están a la orden del día. Los rebuscados conocimientos culinarios del anfitrión, reforzados con las habilidades una batería de mujeres de la comunidad que forman parte del staff y son expertas en el arte del buen sazón en base a elementos locales, garantizan una dieta compuesta por diversos y apetitosos platos que satisfacen el gusto más refinado y exigente.

Una espaciosa e higiénica piscina bordeada por espigados bambúes y cocoteros hace las delicias de grandes y chicos y, en todo el entorno, un mullido terreno cubierto de grama a manera de una acogedora alfombra incita a tenderse en el suelo o a sentarse en acogedoras banquetas de troncos y madera rústica, puesta la vista en el cielo azul o en el techo del universo prendado de miríadas de estrellas si de noche fuese el caso.

En el transcurso del día, infinidad de aves de todas las especies, entre las que resaltan los colibríes y los faisanes o pavos real, engalanan el entorno y hacen las delicias de los niños y los adultos, gracias a la belleza inigualable de sus plumas y el enigmático e incesante cortejo –en el caso de los pajuiles- y a las incesantes travesuras y al vuelo rasante con que nos premia a ratos la naturaleza, en el caso de la amplia población de colibríes que han hecho de este centro su hábitat natural. De ahí su nombre.

Abundan también multitud de orondos gallos, robustas gallinas seguidas por muchedumbres de pollitos, pavos, guineas, gansos y patos, disputándose los granos de maíz con los que les premia la mano generosa de Marco, el hacendoso anfitrión de todos, o las miles de infinitas opciones que pueden conseguir por si mismos en lo profundo del amplio terreno que constituye el dominio de la finca. Desde lo alto de los frondosos árboles que rodean el complejo habitacional, sembrados los más de ellos a partir de la llegada del emprendedor inversionista alemán a estos predios, nos llega de cuando en cuando el repiqueteo del pájaro Carpintero así como de ciguas, cotorras, Madame Sagá, tórtolas y Ruiseñores. Se ven pasar las impolutas garzas en vuelo sublime y rasante por encima de las aguas de la cercana laguna, en busca, tal vez, de su alimento, y en las alturas, haciendo círculos oteamos la intimidante presencia del invencible guaraguao, amo y señor de estas latitudes. Al caer la nochecita y más cerca de lo que se podría pensar, nos llega el enigmático canto del cucú, nuestro búho endémico que todos debemos cuidar y apreciar.

Una esplendente representación de la naturaleza, con despliegue de plantas exóticas y endémicas -entre las que resalta la Sangre de Cristo o cayena común-, abarrota cada rincón de este exuberante espacio natural diseñado cuidadosamente para hacer las delicias del más exigente de los visitantes. Dejándonos llevar por una ingeniosa red de senderos y calzadas debidamente acondicionadas podemos recorrer, en poco tiempo, la mayor parte de la finca, lo que constituye una refrescante experiencia para todo aquel que lleva una vida sedentaria y amerita de un baño de campo, en contacto pleno con la naturaleza. Cámara en mano y debidamente apertrechados con generosas raciones de agua podemos emprender una jornada de aventura, a la caza de una buena toma fotográfica, un magnificente paisaje o una súbita sorpresa de esas con las que no regala la creación, de la mano de su flora y su fauna.

De vuelta del paseo, siempre podremos contar con la frescura de las apacibles aguas de la piscina, una refrescante bebida y una opípara comida, que nos permita compensar las calorías y energías agotadas.

Y si se quiere disfrutar de aventuras, atracciones y experiencias de mayor emoción y colorido, el centro Kolibrípark y su amable anfitrión tienen a mano un vistoso abanico de opciones que van desde un paseo al majestuoso balneario La Paila, en el curso del rio Chacuey y cabalgatas dirigidas en caballos y mulos hasta el firme del Cerro Chacuey, hasta desplazamientos en cómodos minibuses para llegar a Loma de Cabrera, recorrer la pintoresca población y conocer el Salto del Río Masacre, entre otras atracciones. Este recorrido adquiere su máxima dimensión con el recorrido por la carretera panorámica para llegar al vistoso Monumento a la Guerra de la Restauración Dominicana, emplazado en la comunidad de Capotillo. En diferentes lugares y paradores de esta pintoresca ruta, que está salpicada por los vibrantes colores con que nos regala la pródiga naturaleza, el visitante puede aprovisionarse con los dulces y conservas de diferente variedad elaborados por las hacendosas mujeres de la comunidad de Monte Grande así como de las sabrosas tortas de cazabe, fabricadas en la población de La Ceiba, en añosos burenes y a la manera artesanal en que eran confeccionados por los primeros pobladores de nuestra isla, los indígenas de la desaparecida raza taína.

Con la puesta en servicio del centro vacacional Kolibrípark, el amigo Marco Stannat ha dado un significativo paso que podría repercutir de manera positiva en el futuro desarrollo socioeconómico y cultural de la región fronteriza en su porción norte. Los visitantes de todos los estratos sociales pueden encontrar allí un acogedor remanso de paz en donde pasar unos días de merecido descanso, lejos del bullicio y los conflictos citadinos. De igual manera todos los amantes del turismo ecológico pueden encontrar el espacio ideal para darle curso a sus iniciativas de recorridos y aventuras en contacto pleno con la naturaleza, rodeados de la seguridad y el confort que garantiza una zona y una comunidad con niveles de delincuencia y criminalidad sumamente reducidos, en donde prima el afecto, la hospitalidad y la sana formación de sus moradores.

Ojalá sigan llegando a la región otras personas con la misma visión y el emprendedurismo de Marco Stannat y que se animen en lo adelante a disponer sus esfuerzos y recursos en la implementación de otros proyectos eco turísticos o de inversión que contribuyan, como lo viene haciendo Kolibrípark, con el desarrollo de la gente de nuestra frontera.

En homenaje y agradecimiento a este dinámico y emprendedor amigo del viejo mundo, que no vino a nuestras tierras a conquistar sino a ser conquistado, desde el lugar en que me encuentro allende los mares, aprovecho el momento para brindar, con una espumosa cerveza alemana -como tiene que ser-, en recuerdo de los inolvidables momentos compartidos junto a él y otros amigos y familiares en las instalaciones de su ensoñador paraíso enclavado en tierras de Dajabón.

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