Por Arismendy Rodríguez
Cada cierto tiempo nos enteramos, a través de los medios de comunicación, de las bajas deshonrosas realizadas en las fuerzas armadas y la policía de aquellos agentes que han cometido «faltas graves» en el ejercicio de sus funciones.
Con la dada de baja deshonrosa, aquellos agentes que han incurrido en hechos graves cesan en sus funciones.
Las llamadas «faltas graves», por las que frecuentemente son inculpados los agentes del orden o de la defensa nacional, constituyen el eufemismo que permite encubrir el detalle de los actos más bochornosos y aborrecibles: robo a mano armada, secuestro, tráfico, asesinato, soborno, extorsión, etc.
Todos estamos de acuerdo con la expulsión de esas lacras de las filas policiales o de las fuerzas armadas. Que se expongan al escrutinio público. Que cabizbajos sean despojados de los uniformes que indignamente exhibían.
Pero, ¿resulta ello suficiente? ¿Queda resarcida la sociedad con el simbolismo de la «baja deshonrosa»? Sin dudas que no. Esos agentes dados de baja deben además ser sometidos a la justicia, para que respondan por los graves hechos que se les imputan. Dar de baja a un agente y dejarlo hasta ahí es entregar a la sociedad un delincuente y no cualquier delincuente, sino un individuo diestro en el arte de delinquir, pues, en buen dominicano «se las sabe todas» cuando de dañar a las personas y a la propiedad se trata.
Con demasiada frecuencia, aún teniéndose a manos los elementos de pruebas suficientes que permiten impulsar un proceso judicial, todo termina en la «baja deshonrosa» y nada más. Una cuestión que deshonra más a quienes miramos estupefactos el espectáculo que al protagonista de la deshonra, pues, éste hace mucho que perdió la conciencia moral y le importa un bledo el estigma, la tacha o reprimenda social.
Habiéndole importado nada o casi nada la famosa «baja deshonrosa», ya expulsado, el agente se dedica a infringir la ley. Burla con donaire los controles policiales y de las fuerzas de seguridad, pues, conoce desde dentro su modus operandi, sabe cómo atacar, sabe dónde y cómo dirigirse para perpetrar sus fechorías, pone en práctica con todo su esplendor lo que ya venía ensayando cuando fue sorprendido por la «baja deshonrosa».
He ahí el drama. Por eso es que resulta cada vez más frecuente la participación de ex agentes en la perpetración de los delitos más graves en la República Dominicana. Es como si se infiltraran en las fuerzas del orden con el deliberado objetivo de «graduarse en delincuencia» para luego salir de allí a «ejercer».
No es posible que se siga enfrentando el comportamiento vil de agentes policiales a lo interno de la institución con una simple «baja deshonrosa», esta debe ir acompañada de un enjuiciamiento que concluya necesariamente con una condena real, proporcional al delito cometido. Si no se hace así, la sociedad permanecerá expuesta y a merced de versados delincuentes dispuestos a lo peor.
Esperamos que los mandos superiores de la Policía y las Fuerzas Armadas, el Ministerio Público y los órganos judiciales cumplan su rol.
El autor es profesor de Derecho Político y Constitucional (UAPA).
La sociedad siempre esta expuesta a esta practica, ya que el nuestro país hace un tiempo que la morar, el civismo y los principios se han deteriorado.
También podemos decir que la técnicas de ingreso a la policía nacional son muy deficientes ya que