Por Sergio H. Lantígua
Estimulado por una súpita estampida positivista de neófitos adeptos, provocada involuntariamente por mi artículo antecesor, concerniente al comportamiento detractor, dado a uno de los héroes nacionales más renombrado de nuestro aservo histórico – del cual admito, ser un noviciado – volvemos a la carga delatante.
Quise desdoblar el plumazo displicente, desconocido por la mayoría proletarizada de dominicanos; injerto en subrepticias porciones en la historiografía cubana por biográficas tergiversables como la escrutinada en este periplo literario.
Con todo respeto al ideario del apreciado compueblano, colega en la bohemia y distinguido escritor-investigador Arq. Ricardo González, permítanme infiltrar sus verbos textuales: «Escudriñar en la historia es un paso adelantado que da el destino para entender que algunos errores voluntarios y otros involuntarios son suficientes para cambiar un episodio, et.».
Tuve la osadía de colegir su presocrático filosófico, y a manera de corroborante, también recurrir en el énfasis de que no es nuestro propósito intencionado desviar el curso de la historia, ya monocorde en su endosamiento, al aguerrido compatriota en una causa impropia, sino, que a travéz de un proceso analítico objetivo, podamos desenmarañar conceptos enchufados a nuestros nimbos epopéyicos, alienígenos a la narrativa antológica de los estudios sociales adoctrinados por nuestros pedagogos en sus aulas enseñantes.
Quiero recalcar enfáticamente, que estos artículos advenedizos, son vástagos de mi bienquista curiosidad despojada de todo ánimo petulante-redentorista, que pueda propiciar conmuto alguno, al epígrafe de nuestra ancestral y ahidalgada historia patria.
Cita adjudicada al escribor cubano, ya fenecido, Florencio García-Cisneros, referente a Máximo Gámez en su texto: «El más grande déspota que se haya paseado por los campos de Cuba en procura de gloria militar, nefasto a la libertad cubana».
Así percibía o percibe – parte de la historiografía cubana a nuestro campeón en la libertad del foráneo país. Y continúa:
Nueva York, 18 de Octubre de 1884. Reunión de José Martí, Máximo Gómez y Antonio Maceo. En el epistolario que Martí sostuvo hasta el final de sus días con su noble y sin par amigo mexicano Manuel Mercado, hay otra explicación detallada del incidente.
Dice en su carta Martí: «Vinieron a Nueva York, esperanzados en el éxito de un movimiento de armas con la exasperación, angustia e ira reinantes en el país, dos de los jefes más probados, valientes y puros de nuestra guerra pasada, – se refiere Martí – a Antonio Maceo y Máximo Gómez, y con estos calores míos, (asumo se refería a sus bríos) me puse a la obra con ellos (…) cuando ví de súbito que por torpeza o intereses, los jefes con quien entraba en esta labor no tenían aquella cordialidad de miras, aquel olvido de la propia persona, aquel pensar exclusivo y previsor en el bien patrio, aquel acercamiento modesto a la autoridad de la prudencia y de la razón sin las que un hombre honrado, que piensa y prevee, no puede echar sobre sí la responsabilidad de traer a un pueblo tan quebrantado como el nuestro a una lucha que ha de ser desesperada y larga. Ni echar abajo la tiranía ajena, para poner en su lugar, con todos los prestigios del mundo, la propia. No ví, en suma, más que a dos hombres decididos a hacer, de esta guerra difícil a que tantos contribuyen, una empresa propia, a mí mismo, el único que los acompañaba con el ardor y los protegía con el respeto que inspiro…».
Se dirá que Gómez no iba solo, que lo acompañaba Antonio Maceo. Nada importa. Gómez llevaba la voz cantante y era la influencia que pesaba más sobre Maceo en aquella circunstancia. Era, además, el jefe, y Maceo, como él mismo dijera, era militar ante todo.
Cerremos la fase del encuentro de José Martí con los militares del llamado Plan Gómez-Maceo en la reunión de Nueva York. Preparémonos para lo que, a todas luces, es el error más grande de Martí al reanudar contacto con el «más grande déspota que se haya paseado por los campos de Cuba en busca de gloria militar», que era, al fin y al cabo, su único propósito en las guerras de nuestra patria. Cuánto Martí se equipocó con este hombre «nefasto a la libertad de Cuba», solo tiene una explicación que daremos en la próxima parte.
Leamos ahora la opinión de Gómez. El 1 de septiembre de 1884, después de la entrevista fallida con José Martí, Gómez anota en su diario de campaña: «Agregaré a ésto – dice – que no falta alguien, como José Martí, que le tenga miedo a la dictadura y que cuando más dispuesto lo creía, se retiró de mi lado furioso según carta suya insultante, que conservo: porque no dejándole yo inmiscuirse en los asuntos del plan general de la revolución, a cargo mío en estos momentos, y deseando enseñarle su papel, se ha creído que yo pretendo ser un dictador, y dando a este frívolo pretexto la gravedad que jamás en sí puede tener, se ha alejado de mi lado, vertiendo especies que no creo favorezcan a las cosas y a los hombres».
Gómez, no ofrece en esta única anotación sobre tan polémico argumento presentado y escrito por Martí, después de la entrevista, una versión veraz del asunto. Como siempre ocurre en los momentos en que su reputación está en trance de ser denunciada públicamente a la opinión que han de tener los historiadores después de su desaparición. Prevee con cuidado lo que escribe sobre el, sus problemas y polémicas.
Tal sucedió con los polémicos encuentros con Carlos Manuel de Céspedes, Calixto García, Vicente García, los miembros de la protesta de las Lagunas de Varona, Carlos Roloff, y muy especialmente, con la famosa disputa epistolar con Antonio Maceo, al fracasar el Plan Gómez-Maceo, después de la separación de José Martí durante los primeros preparativos, ocurrida como se sabe, en 1884. Y que solo se ha conocido por las cartas de Maceo a Gómez. Las de Máximo Gómez nunca han aparecido. Queda probado en sus cartas, escritos y anotaciones de su diario de campaña que manejaba muy bien su autopropaganda. Escribió mucho, errando a propósito en las cosas que quiso ocultar y variar su contexto histórico de acuerdo a sus fines y propósitos: obtener gloria militar
Bastarían a cualquier nación del mundo que respete sus ideales patrios, aclarar muy llanamente y sin idealizaciones la figura de este «controvertido e hipócrita» personaje de la historia de las guerras de Cuba, a quien él – Máximo Gómez – consideraba «Un pueblo microscópico», los cubanos «Unos bobos» y su vengativa frase: «Cuba no será libre nunca», todas escritas por él en su defensivo folleto Convenio del Zanjón, publicado en Jamaica en 1878, donde los patriotas cubanos emigrados allí lo iban a fusilar por traidor…conclusión de la cita.
Así constatamos la exuberancia de epítetos vejaministas, desplegados por el epistolero cubano en el intervalo de sus exabruptos, hostiles a nuestro Simón Bolívar vernáculo.
Un dracma de mi peculio personal-investigativo que fué aparentemente excluído adrede por el historiógrafo en questión, que divulga un marcado desinterés por el poder en nuestro coterráneo, y es: Que al final de la guerra de independencia cubana en 1898, Máximo Gómez, se retira a su villa en las afueras de la Havana, rehusando la nominación presidencial que le fué ofrecida en 1901 en la que se suponía – de haber aceptado – hubiese sido un triunfador sin pretendientes opositores, esto – su negativa – se debió al hecho de que aborrecía la política, y más preponderante aún, después de haber vivido en la vecina isla por 40 años, seguía considerando que por ser oriundo de la República Dominicana, él no debía ser presidente cívico de Cuba.
Este dato de desprendimiento y modestia personal solo incrementa, mi admiración y respeto por la postura escasa, y ciclópea de nuestro compatriota.
Un dato solvente, particularmente, orientado a todos aquellos inquirentes para quienes no es consabido: Sabía usted que el generalísimo Máximo Gómez, nació en Baní, provincia Peravia, un día 18 de noviembre de 1836 y que murió en su villa en el 1905 en Cuba y de que está enterrado en el Cementerio a Colón en la Habana? Y que la relevancia de Montecristi en estos épicos episodios, solo estriba en que allí fué firmado el Pacto de Montecristi, entre Máximo Gómez y José Martí, un 25 de marzo de 1895?
PENSAMIENTO MARTIANO: Triste cosa debe ser, no tener amigos, pero más triste debe ser, no tener enemigos. Porque quien enemigos no tenga, es señal de que no tiene: Ni talento que haga sombra, ni bienes que se le codicien, ni carácter que impresione, ni valor temido, ni honra de la que se murmure, ni ninguna cosa buena que se le envidie.
Me agradaría que hiciera más legibles sus escritos, pues hacer historia no es lo mismo que hacer poesía. Ubique bien el contexto para publicar para que sea fácil de entender para los asiduos lectores de ésta página.
Saludos,
Señorita Amelia: Me hubiese gustado poder tutelarle por su nombre completo. Una deferencia nuestra, hacia la persona a quien se le senderea el comento….y viceversa. Con todo el respeto que podamos endilgarle, particularmente por ser usted una dama.
Las cosas tienen ahora tantos nombres en tantas lenguas que ya no es fácil saber como se llaman en ninguna. Los idiomas se dispersan sueltos de madrina, se mezclan y confunden, disparados hacia el destino ineluctable de un lenguaje global.
La
Sr. Yamil Jiménez: Sobrepasado el alelamiento y la inmediata admiración por el originario del comento – pués de sopetón, pensaba que era de su autoría – no una cita emprestada; no sé si darle las gracias por el alago o pensar que con ello trata uste