Por Sergio H. Lantígua
Deseo precaverles antes de destapar el preámbulo preceptivo que con ello, no intento imbuirles petulancias aleccionadoras en el intrincado artificio del amor – por ser aquiescente de su individualismo – sino que quiero manipular su patrocinio como moldura atreguante o genealogía moderadora, del verso aunado al desenlace de la proficua narrativa.
Conjeturo, que instantáneo al encuentro, cuando por primera vez posaron su mirada en esa persona, motivo de su embarazo, advirtieran indicios de aturdimiento, y por ende, comenzaran a sudar profusamente, sintieran palpitaciones irrefrenables, un cosquilleo en el estómago, manos convulsas, se ruborizaron, se les extravió el sentido común, tartamudearon y hasta se ríeron como unos oligofrénicos de cualesquier caballada? Inequívocamente, todas éstas manifestaciones endocrinas (achaques de amor), indicaban compatibilidad bioquímica con ese superdotado mortal.
Han sido categóricos, los versados en la especialidad, al divulgar que ésas anomalías, tienen su común cabecera en peripecias psicológicas que se van recopilando desde nuestra inocencia y que evolucionan en un dispositivo preselector.
Lo que evidencia, que antes de que un humanoide se fije en otro/a, ya tiene abocetado, un planisferio mental o un acervo de circuitos cerebrales acondicionados que determinarán, el que pueda enamorarse de la persona idónea.
El sexólogo John Money, oriundo de Nueva Zelandia, consideraba que los niños desarrollan esos planisferios eróticos entre los 5 y 8 años de edad, basado en las vivencias con integrantes de su familia, y amigos con experiencias y habituaciones aleatorias.
Así pués antes de que el verdadero amor haya tocado a su puerta, irrefutablemente, ya tendrá usted concebido, las peculiaridades constitutivas, del arquetipo-pretendiente-cualificador, que le hará caer rendido a los piés de su interesado/a.
Enamorarse, es una especie de fascinación dipsómana que hace que dos seres anónimos hasta ese instante, se queden prendados a primera vista, sintiendo la perentoria necesidad de interaccionar el incipiente periplo seductivo.
Todo ésta reciprocidad, no es otra cosa que la correlación de un conjunto de reacciones emocionales en donde se argamasan descargas neuroquímicas (electricidad) y hormonales (dopamine, norepinefrina, y bajos niveles de serotonina), además de acerbos, y efluvios epidérmicos.
Estos se amalgaman, creando una insubordinación interna que convierte lo racional en irracional, la prudencia en torpeza, y la serenidad en neurastenia.
Según esos eruditos: antropólogos, psicólogos, sexólogos, etc., los hombres, son obviamente, más susceptibles a la acción de ésas sustancias asociadas al amor, debido a que ellos se enamoran más rápidamente y fácilmente que las mujeres.
El enamoramiento indubitable, parece ser que sobreviene, cuando nuestro cerebro produce «feniletilamina», compuesto orgánico de la familia de las «anfetaminas» que tienen el aforo de aumentar la energía física y la lucidez mental.
Por lo tanto, el encéfalo, responde a tal compuesto con la secreción de dopamine (inhibidor del apetito), norepinefrina y oxitocina, provocando que los enamorados puedan dilapidar horas conversando estulticias en el teléfono o entregados al sublime esparcimiento erógeno sin experimentar sensación alguna de fatiga o sueño.
Las fusiones señaladas, subsidian ataduras permanentes entre las parejas, tras la primera embestida de emociones y por si fuese poco hasta fortalecen el sistema inmunológico. Divergente a las personas que tienen insuficiencia de receptáculos cerebrales necesarios para absorber la «oxitocina», lo que les dificulta, establecer nexos perdurables.
Desafortunadamente, por nuestra propensión a la poligamia, el menstruo de enamoramiento es fluctuable, perdurando de 2 a 3 años, y en contadas excepciones hasta 5. Pero al final, la atracción bioquímica decae, porque con el tiempo el organismo humano se torna inmunizante a las secuelas promulgables de éstas sustancias influyentes.
Una relación sentimental, donde el factor «pasión sexual» es preponderante, perdura entre los 3 y 6 meses, como máximo. Es decir, que cuando la producción de éstos químicos decrece, es que habitualmente, las parejas involucradas, experimentan insatisfacción sexual, frustración, separación e inclusive hasta odio.
Es por esa razón anímica que en el resquebrajo de una relación amorosa, hay involucradas ciertas sustancias llamadas: feniletilamina, lo que provoca que el cuerpo experimente un «descalabro físico» o «síndrome de abstinencia» que coincide con el excesivo consumo de chocolate (?).
Hacen apenas 13 años, se planteó el estudio del «amor», como un proceso que se inaugura en la corteza cerebral, transita por las neuronas y finiquita en el sistema endocrino, posibilitando derivaciones fisiológicas, intensas y extremas.
Próvidamente, prevalece una segunda congruencia, donde están presentes otros tipos de componentes químicos como las «endorfinas» de estructura parigual a la de la «morfina» y otros opiáceos que confieren la sensación genérica de seguridad, comodidad y paz, ecuánimes a la sedente vida conyugal.
Indubitablemente, el discernimiento más preponderante en éstas pesquisas subjetivas-sublimatorias, si aspiramos preservar aquella pareja que nos ha hecho manufacturar y tirar por la borda, esa exorbitante cantidad de transfiguraciones físicoquímicas, provocando que nos comportemos y sintamos de forma excéntrica; es que por lógica, deberíamos escarbar – como requisito fundamental – formas afectivas de convivencia a largo plazo para que así, el proceso estimulado por el flechazo de Cupido, subsista y deje de ser meramente, un antojo alquimista.
EROS Y LA ALQUIMIA DEL AMOR
Eras la noche, amada mía. Isócronas bocas. Chasquido de besos apresurados
El frescor del otoño, y yo, como la vid, enredado a los contornos de tu cuerpo
Saturaban tus belfos la impericia, y el edulcorado efluvio del naranjo en flor
Por vestimenta tus luengos cabellos, arremolinados en decoroso baluarte
Eras la fruta en tiempo de siega, esperando al hambriento que la cosechara
Ruborizados mis dedos, indagaban la beligerante pubescencia de tu tersa piel
Presagiando horizontes ignotos, paisajes vedados, hedonismos aquiescentes
Esteros anidados por gaviotas endrinas, bogando ensortijadas a célibes olas
Ardentía en la sangre. Éxtasis del anticipo. Vesánico el ajetreo de mi audacia
Venas ebrias de aturdidos leucocitos conjurados al impostergable desenlace
Se endomingó el ritual de paganas invocaciones, y sismos de litigiosos latidos
Así, avasallados por la pasión, y en la concupiscencia vehemente, fuíste mía
Como nave al garete quedaron nuestras almas, izada el ancla de la impudicia
Ingrávidos al elocuente mutismo de la noche. Indigestos de caricias conclusas
Sedimentado quedé en tus brazos, varado en tu vientre, abstraído en tu pensar
En esos labios mendigantes. En lo nacarino de tu cuerpo y lo ígneo de tu ternura
Eras el alba amada mía, y al abrir tus ojos, ví una mirada de doncella desposada
Y senti temor de amordazar tus suspiros y de gastar tus labios de tanto besarte
Te abracé de nuevo y me abrazaste, reanimando en mi deseos de volver a amarte
Amigo Sergio:
No en vano mi abuelo materno, de Las Caobas, me decía que uno debía enamorarse cada tres meses, porque si un conuco tu lo siembras siempre del mismo rubro, cada cosecha será mas pequeña.
Pero para entender mas esos versos de rima libr
Ricardo: Mi amigo y hermano. Gracias mil! Por la deferente espontaneidad. Me hubiese apetecido bocetar mi recíproco de una percepción y arpegio concorde, pero solo pude dilucidar en el conspicuo compositor Puerto Plateño Rafael Solano, autor de una