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El hombre más feo del mundo

Por Anelkis Marte

Anelkis Marte Nací el 16 de Junio del año 1986 en la ciudad de Santo Domingo, pero crecí en la provincia Santiago Rodríguez de donde realmente son mis raíces.

Soy egresada de la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD). Desde muy temprana edad comencé a inclinarme por la literatura, pero no fue hasta el año 2001 cuando participé en una olimpíada de lectura convocada por la Secretaría de Estado de Educación obteniendo allí un certificado como mejor lectora en la categoría C.

En el año 2008 participé en el concurso de cuentos y ensayos para jóvenes «Camino Real» del profesor Juan Bosh, resultando la ganadora en la segunda posición con el cuento «EL HOMBRE MÁS FEO DEL MUNDO». También he publicado algunos cuentos y poesías en el internet.

Actualmente me encuentro escribiendo una novela y soy miembra del Club de Escritores de Santiago Rodríguez en el cual he publicado algunos de mis cuentos y poesías.

El hombre más feo del mundo
Un día como cualquier otro caminaba yo hacia la universidad, muy pensativa y preocupada por el examen que ese día tomaría; cuando de un momento a otro me pasan unos niños corriendo muy agitados, con piedras en las manos, voltee hacia detrás a ver que era lo que ocurría, no vi nada por ningún lugar, solo a esos pequeños corriendo.

Me quedé un rato más, paralizada, pensando en las madres de esos niños, en qué estarían haciendo mientras sus pequeños corrían por las calles sin rumbo alguno; suspiré y decidí volver a tomar mi camino hacia la universidad, cuando de un momento a otro una persona tropezó conmigo y me empuja hacia el pavimento y sigue corriendo, me paré algo enojada conmigo misma y por la reacción de esa persona; luego cuando iba llegando a la próxima esquina viene corriendo una pequeña niña como de algunos cinco o seis años, también con piedras en las manos, por lo que una vez más fui interrumpida por mis pensamientos repentinos, pensé que quizás algo grande estaba pasando al doblar la esquina, que posiblemente yo debía dar la espalda y marcharme, no asistir a la universidad, pero no lo hice; en ese momento llegó mi amiga Julia, quien me preguntó:_ ¿ Qué haces aquí?
No queriendo yo decirle a ella lo que estaba sucediendo en ésa calle le dije: _ Nada, solo me paré aquí a esperar a que llegaras, es que observé que ahí venías.

Ella me miró como queriendo entenderme; puesto que las dos nos sonreímos y caminamos hablando, ahora del famoso examen. No habíamos doblado la esquina antes de llegar a la universidad cuando una piedra nos pasa por encima, luego otras más, luego el tumulto de niños de nuevo comenzó a surgir, puesto que esta vez sí quise preguntarle a uno de ellos; halé el primero que por mi pasó y le pregunté: _ Dígame una cosa jovencito… ¿A qué le corre usted?
Él sonriendo me contestó: _ A un señor que se ha puesto loco y lo estamos molestando un poco, es que no le gusta que le digan feo.

Me quedé un poco extrañada por la respuesta del pequeño, por lo que volví a preguntar: _ ¿Pero por qué le dicen feo?
El niño sonriendo de nuevo me responde: _ ¡Hay muchacha tienes que verlo, es un espanto de hombre, es el hombre más feo que hay en el mundo! Mira ahí viene él, espera a verlo, solo no le mires mucho al rostro, porque también a ti te lanzará piedras.

Está bien le dije, pero había algo que no me dejaba tranquila, tenía que presenciar aquel personaje, pero mi amiga Julia me dijo que no estaba para eso, que era mejor que cambiáramos de ruta, porque se nos pasaría la hora, entonces le miré al rostro y le dije que no temiera, porque ella andaba conmigo para ayudarla a correr; ella sonrió y tomó la decisión de irse por otro camino con tal de no encontrarse con ése señor; yo, tratando de ignorarla y hacerme la valiente seguí el camino indicado por el niño, y justamente cuando iba doblando la esquina, de repente alguien me lanza al pavimento por segunda vez, cayendo justamente encima de mí.

¡Uy, pero qué impresión más grande! Me quedé mirándole fijamente y él a mí por igual; me pasaron muchas preguntas por mi cabeza, pero de lo que no me cabía duda era de que ése era el hombre más feo del mundo.

El hombre más feo del mundo es de color negro pálido, con la nariz ancha, tan ancha que cuando se le miraba fijamente al rostro pareciera como si su nariz completa fuera su cara. Tenía los ojos negros en el centro y amarillos alrededor, era ciego de un ojo, tenía una frente tan grande que comenzaba en el centro de su cabeza y finalizaba un poquito encima de su nariz; unas orejotas que bien podían ser comparadas con parábolas gigantescas, pero más feas aún porque estaban un poco dobladas hacia delante, tenía una tutuma en la espalda muy parecidas a las de un camello. ¡Pero qué cabello más malo!, su cabeza era tan grande que parecía una pelota playera, pero entonces su cuerpo era muy delgado, tanto así que cuando caminaba en el sol su sombra parecía el número nueve «9»; me explico, por tener ése cuerpo tan delgado y ésa cabeza tan grande.

De un momento a otro él se espantó, se paró y decidió darme su mano para que yo me levantase, no lo hice porque me encontraba muy asustada en ese momento, por lo que yo misma me levanté, entonces él me continuó mirando fijamente y poco a poco fue dándome la espalda y se fue marchando; yo le miraba fijamente igual porque tenía miedo de que él me fuera hacer algo, pero no, cuando se había alejado lo suficiente le noté una pequeña sonrisa, la cual no me incomodaba para nada.

Después de esa peripecia me marché algo ensimismada a la universidad, cuando llegué mi amiga Julia me esperaba, me hizo varias preguntas de todo tipo, pero siempre soslayé todas y cada unas de estas. Al llegar a mi casa fui invadida por el mismo pensamiento, el fisgoneo de saber quien era en realidad ése hombre, el porqué de sus características, etcétera.

La noche de ése día me la pasé pensando en él, tanto así, que esa noche soñé con él; pues soñé que él me rescataba de los brazos de un malvado forajido. Me desperté espantada de tan risible sueño, puesto que no pude volver a dormir. Al siguiente día me lo volví a encontrar, pero esta vez cuando iba saliendo de la universidad; cuando él alcanzó a verme me cayó detrás y tuve que correr rápidamente hasta llegar a la casa de no sé exactamente quien, que me abrió su puerta. Espantada le agradecí a ése titán por haberme ayudado a liberarme de ese hombre. Luego decidí no ir ésa semana a la universidad por temor a encontrármelo por ahí.

Luego de varios días volví a la universidad, gracias a la insistencia de mi amiga Julia, quien no dejó un día sin ir a buscarme. Cuando iba pasando por la misma esquina en donde lo vi por primera vez me lo encontré de nuevo, y ahí se acercaba él, con toda su enajenación, pero esta vez no me eché a correr como las otras veces, sino que le hice frente, me quedé esperándole a que llegara hacer conmigo lo que quisiera _ cosa que no sabía_ cuando se acercó me sonrió de nuevo con la misma tonalidad que la otra vez, yo me quedé paralizada, entonces él sacó de una pequeño saco una rosa algo marchitada y me la obsequió, luego se marchó. Tengo que admitir que aquella rosa a pesar de su marchitez me agradaba mucho.

Muchos días pasaron y no le volví a ver, no supe si era por lo que había publicado en un periódico para el que yo escribía, en el que revelaba las cualidades de un ser despreciable y temible por todos o si era porque lo habían trasladado a un sanatorio mental. No lo sé, pero lo impugné mucho, demasiado quizás, de manera tal que algunos lectores me llegaron a parar en la calle para preguntarme de él. Logré tanta fama criticándolo que llegué a un punto de supremacía porque todo el mundo me preguntaba por él; y yo orgullosa; me sentí preponderante ante todos. Lo critiqué y aun a veces lo hago.

Un día escribiendo para el mismo periódico decidí extremar sus cualidades para lograr más imperio, y así lo hice. Después de todo ese regodeo llegó a mi ese sentimiento de culpabilidad, sentí un temor intenso por haberle criticado de esa manera, me sentí inferior; por lo que comenté con mi amiga Julia sobre esto y ella me dijo que no me preocupara por él, que no era yo la única persona en el mundo en criticarlo, le dije que él no tenía la culpa de ser así, ella solo sonrió y me dijo que aprendiera que en la vida por lo que unos sufren otros gozan.

Me olvidé por un tiempo de mi culpa y me dediqué en cuerpo y alma a escribir un libro al que titulé el Hombre Más Feo del Mundo. Al cabo de unos años lo publiqué y tuvo muy buena acogida por muchos lectores.

Ahora que han pasado los años veo eso como un tiempo perdido, porque de qué me sirvieron tantas críticas, mentiras, engaños…. Si lo malo, o mejor dicho lo bueno de esta historia, es que me uní en matrimonio con él. _ El Hombre Más Feo del Mundo_

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4 COMENTARIOS

  1. Excelente desde la primera vez que te lei supe que no eras una improvisada, me encanta tu talento para la literatura, eres grande, felicidades por tus éxitos y todos los que te faltan un abrazo,

  2. Distinguida srita. Anelkis Marte:
    Quise anexionar mi encomiástico
    comento para exaltar sus dotes
    narrativas
    y su intuitiva
    idoneidad en la escogencia de sus
    crónicas. El trillo es pedregoso
    pero es indubitable que usted es
    buena vian

  3. Excelente relato y estrategia para
    capturar la atencion del lector
    desde principio hasta su sorprendente final, EXPLOSION
    de talento e inspiracion
    querida Anelkis, FELICIDADES!!!

  4. Tienes al escribir esa fuerza que mantiene al lector pegado al texto, ¿cómo parar de leer? y quedarme con un cúmulo de compasión por aquel hombre, cuyo sufrimiento por llegar tarde a la repartición de belleza, sería ínfimo comparado con la imposibili

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