Por: Arismendy Rodríguez.
(Docente de Derecho Político y Constitucional, UAPA)
En el campo criminológico se vienen haciendo importantes aportes, desde hace más de dos siglos, en procura de explicar las causas y prevenir la conducta antisocial, es decir, aquella conducta dirigida a agredir el bien común, destruir los valores básicos de la sociedad e irrespetar las leyes elementales de convivencia pacífica y civilizada.
Bastante conocida es la tesis del italiano César Lombroso sobre el criminal nato, que parte del supuesto de que existen rasgos antropobiológicos y psicológicos predeterminados e innatos que configuran la tendencia delictiva de ciertos individuos. Lombroso realizó un inventario de los «estigmas» criminales aptos para traicionar al delincuente nato. Aparte de la famosa «fosa occipital hundida», la lista incluía particularidades físicas donde incluyó: una caja craneana demasiado desarrollada y asimétrica, una frente demasiado huidiza, pómulos salientes, escasa vellosidad en el cuerpo, defectos en las orejas, así como unos brazos demasiado largos y «colgando a lo largo del cuerpo como los monos». Al inventario de cualidades físicas congénitas de los individuos propensos a delinquir, el alienista italiano agregó otras de naturaleza psicológica e intelectual: ausencia casi total de sensibilidad, «son unos psicópatas incapaces de sentir piedad”, versátiles, perezosos, hipócritas y «ligeros en sus actos».
Como se puede advertir, partiendo de la teoría de Lombroso, los individuos con ciertas características biológicas, psicológicas e intelectuales, tendrían cierta predisposición a delinquir, ausentes en individuos con perfiles diferentes.
La teoría lombrosiana que vinculaba el accionar antisocial a una especie de “fuerza primitiva” innata ha sido superada y echada de lado por improcedente y acientífica. Hoy por hoy, los estudios e investigaciones más serias sobre la etiología criminal, dan cuenta de que la impronta social y personal constituyen causales decisivas en la estimulación del fenómeno delincuencial. El delincuente no nace, se hace.
Para ilustrar un poco la última afirmación recurriré a algunas de las “doce maneras de formar un delincuente”, referidas por Mons. Ramón Benito de la Rosa y Carpio, en un pequeño libro titulado “Familia sin crisis”, según el prelado, en la oprobiosa tarea de formación del delincuente: Comience desde la infancia a darle al niño todo lo que pide, así se criará con el convencimiento de que el mundo se lo debe todo; cuando aprenda malas palabras celébreselo, eso le hará pensar que es muy gracioso; recoja todo lo que él deje tirado, libros, zapatos, ropas, juguetes… no le permita valerse por sí mismo, para que se acostumbre a echar las culpas a los demás; riña a menudo con su cónyuge en presencia del niño, así no se impresionará demasiado el día que se deshaga el hogar; apóyelo en cualquier discusión que entable con los vecinos, con sus maestros o con la policía, es que todos les tienen rabia y envidia a su hijo ¿pobrecito verdad?..
La lista de monseñor puede provocar en nosotros, incluso, algunas carcajadas; pero sin dudas que esas pequeñas inconductas son el pan nuestro de cada día. Pero trágicamente, esos pequeños deslices en la formación de los hijos suelen convertirse en verdaderos dolores de cabeza en el correr de los tiempos.
Para el enfrentar el fenómeno de la delincuencia, de manera integral y con relativo éxito, se debe partir del núcleo familiar. Primero fomentar y fortalecer los valores en las familias, antes de que intervengan las demás instituciones de la sociedad civil y del Estado.
Después de impulsar la formación en valores a lo interno de las familias, o concomitantemente con dicho impulso, se debe apuntar a los órganos del Estado responsables también de accionar preventiva y represivamente, si es necesario, para enfrentar la delincuencia.
La delincuencia es un fenómeno de complejo y amplio espectro, trasciende las fronteras de un país o continente. Su complejidad amerita la adopción de nuevas técnicas para enfrentarla, pues, los métodos tradicionales ya no surten los efectos deseados. La criminalidad parece ganarle la carrera a quienes están compelidos a enfrentarla.
Es lastimoso, pero en el seno mismo de nuestra sociedad, especialmente en los sectores más deprimidos, parece operar un laboratorio de delincuentes, propiciado por la inequidad, la desintegración familiar y la falta de oportunidades de desarrollo integral.
Estamos a tiempo de reaccionar HOY en el plano personal, familiar, social y estatal; porque mañana puede ser demasiado tarde!!
(Nota: artículo publicado anteriormente por el autor en otro diario digital, pero que ha encontrado oportuno reproducir en esta fuente debido a la actualidad del tema abordado)
Claro estoy 100% de acuerdo con ésta publicación…Un niño en su desarrollo va aprendiendo de lo que ve en su entorno; hay una influencia tanto en su medio familiar y social. Y atravez del tiempo se verá el efecto de su asimilación de la comunidad ma