Degradación a vapor

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Domingo C. Torres Fernández.

Por: Domingo C. Torres Fernández. 

En los últimos años, la sociedad dominicana se ha ido degradando a vapor, acrecentándose, de manera acelerada, los actos delictivos. En pleno siglo XXI las personas no valoran la vida, ni la suya menos las de sus semejantes, porque están imbuidos e instruidos para seguir un prototipo importado; modelo perfecto que no existe. Los medios de comunicaciones publicitan productos que están destinados hacia la transformación física y mental del individuo. Mas la elección del humano que queremos les corresponde a la familia y a una política de Estado.

Desde la música hasta tipo de vestimenta, describen la degradación que persiste en un pueblo que pinta su historia con sangre. En un mundo globalizado, donde la cultura se importa y se exporta sin ir al país de origen, hay que seleccionar con pinza los elementos socioculturales, religiosos e históricos que se extrapolan, deben aportar a una mejor sociedad. La base fundamental de una sociedad para desarrollarse, apegada a principios éticos y morales, radica en la educación familiar. Los seres humanos se van moldeando en su hogar con la educación que se le brinde. Una de las principales problemáticas, es que nacen adultos; esto es así porque lo visten, bailan y emulan las indisciplinas de los adultos, y las cosas positivas   a seguir, son motivos de burlas. En fin, el contexto influye en las decisiones a tomar, casi siempre; lo importante es saber elegir que quiero para mí y para mis hijos. La cosmovisión errática de obtener el éxito sin importar los medios a utilizar, porque el fin justifica los medios. Dicen en los campos, “la ambición mató el ratón”; es decir, quererlo todo sin importarle los demás.

No hay forma de conducir una nación por el camino correcto cuando se promueven las apetencias personales.  El deterioro moral enajena al individuo, por lo que yerra en su accionar. A medida que el padre o la madre lo inducen a vestirse, bailar, hablar y consumir como adulto, se da un salto al vacío.  El gran amasijo de perversidades y morbosidades que se consume ya sea por medio de la música, narco telenovelas, películas, entre otras, inciden directamente e indirectamente en la formación de estos. Hoy en día, es un peligro salir a las calles con tantas atrocidades: feminicidios, drogadicción, robos, atracos, violaciones, crimen, raptos, entre otras. Además, se ha perdido la confianza en los demás, donde encontrar personas hospitalarias, es como buscar una aguja en un pajar, es un privilegio. Ya no se puede ir al cine a ver una película, muchos menos dejar su casa sola, ya que el peligro acecha e incluso hasta las autoridades corren riesgo. El terreno que pisamos es hostil e inhóspito para convivir en paz. Pero con una nueva reingeniería que incorpore lo moderno con lo antiguo para hacer sostenible nuestra sociedad, articulando lo útil y favorable, de ayer y de hoy, pues de la misma manera, rechazar lo inútil y perjudicial del mundo, lograríamos salir del retroceso.

El compromiso social debe ir acompañado de políticas visionarias, que planifiquen, orienten y regulen, incorporada por el Estado para lograr una sociedad que respete las leyes y, que actúe apegada a criterios éticos y morales. Pero desde siempre hemos tenido gobiernos de espalda a las masas populares, concatenándose una serie de injusticias que lesionan y laceran la sensibilidad humana. La sociedad dominicana es víctima de las estructuras fallidas que están enquistadas en el poder desde el siglo pasado y que actúan en contubernio como grupos mafiosos, ya sean políticos, empresarios, pasándose la antorcha. El Estado debe ser vigilado y presionado por la sociedad, con objetivo de obligarlo a resolver las problemáticas emblemáticas del país. Postular programa de gobierno a los políticos que aspiran a dirigirnos y, hacer que cumplan con lo pactado, en busca de favorecer a las clases desposeídas.

Groso modo, familia y Estado han de trabajar junto en busca de bridar una mejor calidad de vida. Se debe empezar con la eliminación de las prácticas ortodoxas donde el ser humano se le vende al mejor postor. La explotación de los hijos, utilizándolo como mercancía para lucrarse, eso es una ignominia. Retomar el camino del bien común, es la opción para evitar la degradación. De igual manera, el Estado ha de fomentar los valores y ponerlos en práctica. La clave está en aborrecer, rechazar, repudiar   a las personas que exhiban un comportamiento inapropiado y desconsiderado con el pueblo, ya sea político, empresario, pueblo llano. El rechazo es la opción que proporcionará el cambio en el sistema que tenemos.

En conclusión, la familia y el Estado determinan la sociedad que quieren, por ende, frenar la degradación es responsabilidad de ambos. La situación de desenfreno que nos agobia golpea lo más profundo, en la familia, en lo político, en la justicia, y se refleja en el accionar de una sociedad que vive en sobresalto. Sanear, extirpar los males perentorios, es indispensable para transformación de un país que sufre. La sociedad debe asumir el reto, ¿Cómo? Exigiéndolo al Estado mediante presión firme, transparencia, justicia y reparticiones de los bienes de manera equitativa. Para así, también, sociedad y Estado puedan servir de ejemplos para moldear la familia como base fundamental del desarrollo de la nación. Modificar la cultura de sistema político y familiar actual, tiene que ser una decisión en conjunto, porque el pueblo unido, ¡jamás será vencido! No hay imposible, si otros países lo han logrado, nosotros también podemos; solo falta un poco de voluntad y planificación estratégica e ir por una sociedad más humana que respete las normas y los principios éticos y morales. ¡Se puede!

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