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De un tirador a rifles de alta potencia


Por Sergio H. Lantígua

Para fragmentar la uniformidad de escribir siempre sobre un tema homónimo, lo cual debe ser algo empalagoso e irritante para el lector que nos favorece con el restringido lapso de su tiempo; quise adentrarme – con su anuencia – en un elemento de muy alta estima entre un ambiguo porcentaje de la audiencia de este acreditado medio digital y por ende de éste humilde servidor con la utópica expectante de que sea de su integérrima complacencia.

La cacería… Práctica cuyos principios datan de la época paleolítica, como medio de subsistencia para los moradores de las cavernas y que los Griegos representasen hermosamente en la diosa Artemisa (Diana Cazadora) y que en el mismo contexto, representa –ante los ojos del antagonista – un acontecimiento barbárico.

 

Lo hago con la dúplice concepción de agradecerle de una manera póstuma a mi padre por haber sido mi introductor a éste salutífero pasatiempo, cuyo principal objetivo es reafirmar vínculos con la madre naturaleza.

 

Era por el año del 1947, cuando mi familia decide trasladarse a la comunidad de Aminilla, pintoresca comarca, salpicada por el rio Aminilla de donde emana su nombre, enclavada en un territorio uniforme, dominado por sabanas inmensas de un verde esmeralda, propensas al pastoreo de ganado vacuno, y muy cercana a la cordillera central con una población que no sobrepasaba a la treintena.

 

Mi padre, además de hacer escopetas de pistón, las que vendía a sus amigos cazadores – de quienes solo recuerdo ambigüamente a Zulí Hernádez – era un ávido cazador de guineas, palomas cenizas y caquito (las que tienen una coronita blanca) que cada año emigraban desde la provincia de San Juan, para la estación cuando los jicacos, el caimito, la caya y el Capá, estaban atiborrados de fruta.

 

Las guineas, las cazaba en los conucos aledaños y las palomas en los árboles reseñados y en un lugar llamado «Los lambederos» donde habían pequeñas montañas de un barro amarillo con un sabor salitroso, similar a los barrancos del rio Amazonas en el Brasil, degustado por los papagayos que habitan en la selva amazónica (cita de un programa de la *National Geographic, pasado por la televisión).

 

Tendría yo, como 5 años de edad, cuando comienza mi padre a llevarme como «Mochilero» en sus periplos de cacería de la guinea. Con mi «macuto» al hombro, siguiéndole por montes y veredas hasta estos lugares, ora conocidos por él en sus expediciones exploratorias para determinar qué conucos, presentaban indicios de que las plumíferas, habían estado allí «escarbando» los troncos de las matas de yuca y sacando las batatas.

 

Es en uno de esos desplazamientos a Sabaneta, lo cual acometíamos una vez al mes con el pretexto de visitar a mis abuelos Juanico Monción y Paulina Lantigua (Doña Palín) que mi padre me lleva a la feria en la Joya, y allí compra un par de gomas para hacerme un tirador.

 

A nuestro regreso al campo, ni corto, ni perezoso, me dirigí al río, pués en sus orillas crecía un árbol llamado «Palo de Leche» cuyas ramas crecen formando un ángulo agudo parecido a una (V), figura perfecta para la confección de la horqueta (jorqueta) componente esencial de este prototipo.

 

Ya armado con éste instrumento medieval, no había cigua palmera, carpintero, o rolita que escapara a mi certera puntería , desplazándome por el litoral desde muy temprano en la mañana hasta ya cerca del mediodía, cuando los bolsillos llenos de piedra redondas del tamaño de una canica -recogidas en las márgenes del rio -se me habían terminado.

 

Es la utilidad de éstas vivencias que desarrugaron en mi, la propensión por esta contaminante recreación que aún tenemos la suerte de poner en práctica.

 

Para mermarle narrativa a la historia, y establecer mi resurgimiento a la cacería, tengo que retroceder al año 1983, ya residiendo en los Estados Unidos, cuando un compañero de trabajo y compatriota, me invita a formar parte de un grupo de cazadores que se habían mancomunado allí con estos propósitos.

 

Como un dato superfluo, más bien para aquellos lectores que puedan estarse preguntando como podrían iniciarse en el deporte de Artemis en éste país, voy a adelantarles los siguientes antecedentes:

 

a) Deben ser ciudadanos americanos para adquirir su licencia, comprar armas de fuego largas (rifles de cacería) y permiso de cacería del ciervo que da comienzo en Noviembre 15 y termina en Diciembre, cada año para la misma fecha.

b) Es necesario tomar un curso de seguridad en el manejo de armas de fuego porque sin éste no pueden adquirir el permiso para ir de cacería.

 

c) Al comprar su permiso en las tiendas designadas, se les otorga automáticamente el derecho de cazar un macho en cualesquier área del estado residente. Este se distingue de la hembra por enarbolar cuernos.

 

d) Si desea obtener un permiso para la hembra debe llenar una forma suministrada por el departamento de caza y pezca indicando una zona específica para eso se le provee un panfleto con las diferentes zonas del área seleccionada.

 

e) El ciervo puede ser cazado solamente en propiedades privadas o en áreas designadas por el gobierno como *State Land. Estos mapas son acarreados por las tiendas de ventas de armas.

 

f) Inmediato a la expiración del animal – si es que tiene la suerte de ver uno, tirarle y martarlo – se debe proceder a perforarle una de las orejas y colgarle una porción de la licencia designada para estos fines, con el indicativo de la hora, fecha y área en que fué cosechado para que así, usted, pueda pasar por los puestos de chequeo policial, establecidos en puntos estratégicos de las carreteras principales sin ningún contratiempo. La idea es de minimizar o evitar, el tráfico y aniquilamiento ilegal del venado.

 

g) Como podrán percibir en la foto adjunta, es mandatorio internarse al lugar de cacería, vestido de color naranja completo para que así, los demás cazadores en el perímetro, puedan detectarle a distancia y no disparar en esa dirección.

 

h) Cargar su permiso colgado de las espaldas expuesto a la visión pública como indicativo de su legalidad. Esta tiene estampado en tamaño evidente, el año en que ocurre el evento.

 

i) Es terminantemente prohibido, el consumo de bebidas alcohólicas durante el desarrollo de esta diligencia.

Cada temporada se registra un indeterminado índice de accidentes fatales entre esos elementos que desobedecen estas regulaciones con un: Porque-me-da-la-gana!

 

Si alguien de los adeptos a esta página tiene alguna pregunta al respecto, y que resida en el estado de Nueva York, puede hacerla con la certidumbre de que podríamos asistirle en nuestro limitado conocimiento y la mejor de las intenciones por haber preludiado nuestra experiencia en ese estado. La oferta es paricual para mi vecindario de Pennsylvania.

 

*Geografía Nacional
*Tierras del estado

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