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¡Caramba, se nos fue Tabaco!

Por J.R. Orlando Reyes.

«Y lo repito una vez más:
He vivido por alegría,
por la alegría
he ido al combate,
por la alegría muero,
que la tristeza
nunca sea unida a mi nombre».
Julius Fucik
(Escritor checo).

La noticia cayó como una columna de cemento: «Se murió Tabaco». Esa desagradable información para mucha gente enlutaba el domingo, día de alegría por excelencia. En masa acudimos a la funeraria a acompañar a la familia de José Manuel Torres Álvarez.

Manuel Torres Tabaco
Manuel Torres Tabaco

La correcta decisión de su esposa, sus hijos y hermanos redujo el grado de nostalgia que producía su muerte. Ellos, sabiendo que la música típica era parte de su vida, tomaron la determinación de que durante las honras fúnebres, las grabaciones de los grandes intérpretes de «música criolla» y el acordeón del joven Benjamín Núñez escoltaran su ataúd, porque el que durante su vida tuvo la alegría como estandarte, no puede ser despedido con llanto.

El mote de «Tabaco» surgió en una finca ganadera, próximo a un sembradío de tabaco rubio y salió de la boca de otro, que al igual que él, venció muy temprano la amargura: Antonio Carrasco, el hombre de la chispa.

Por su trayectoria, por su forma de ver la vida, se diría que José Manuel Torres se burló de la tristeza. Ningún lugar era distante para perseguir, cual guerrero indomable, las notas de los acordeones de Bartolo Alvarado (El Ciego de Nagua), de Francisco Ulloa, de Fefita la Grande, de Rafelito Román, de El Prodigio o Kerube Ortiz, con quienes hizo una gran amistad.

En cada festín disfrutaba hasta la saciedad, acompañado de sus «panas». Nunca se oyó decir que Tabaco ofendiera a nadie, porque cultivó la decencia al más alto nivel.

Este hombre parrandero, amable y sencillo, sin poseer fortunas, le sacó provecho a la vida; la disfrutó hasta más no poder. Era la alegría hecha persona.

Pero cuidado con pensar que Tabaco era solo de parrandas, No. A lo largo de su vida el trabajo fue lo principal, porque, como dijera su hijo Ronny, «él era el tronco, el paño de lágrimas de la familia».

A este laborioso ciudadano se le vio como carpintero, talabartero, mensajero de la Cámara de Comercio y ganadero; esta última actividad la ejercía conjuntamente con el oficio de Veterinario empírico, que aprendió de su amigo Pepo, y que constituía su principal fuente de ingresos económicos.

Se nos fue José Manuel Torres (Tabaco). Ya debe estar en la casa de Dios. Y allá, cuando lleguen los apenados, los nostálgicos, los amargados, él estará ahí para hacer «la bulla» e imponer la alegría.

El autor es Lingüista y Periodista
jrorlandoreyes@yahoo.com

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