Por: Sergio Reyes II.
Hay dolores tan profundos y lacerantes, que nos dejan sin aliento, nos ofuscan los sentidos y nos impiden reaccionar, ante la contundencia de lo irremediable.
El desenlace final en la provechosa vida del hermano, amigo y compueblano por quien hoy todos lloramos conturba el pensamiento y nos arroja, nueva vez, por senderos amargos, de los que será difícil recuperarnos.
Una vida útil y valiosa se nos va. Y con ella, la entereza, coraje y dedicación de un ser humano maravilloso, íntegro a carta cabal, que dedicó sus afanes, ideales y esfuerzos en pro de las mejores causas de la humanidad, de sus compueblanos y relacionados.
Nunca le vi cansado, frustrado ni tampoco arrepentido por la entrega sin dobleces y a tiempo completo, en las heroicas jornadas de lucha que libró, contra viento y marea, enfrentando de manera decidida a aquellos que se lucran del sudor del pueblo y le niegan la vigencia de sus derechos.
Las campanas de los templos de Dajabón y de toda la Línea Noroeste llaman a Réquiem, en homenaje postrero a la partida de uno de nuestros grandes hombres.
Y en el corazón de quienes le conocimos y nos compenetramos con sus ideales, acompañándole de manera militante en mil jornadas de lucha en procura de mejoras para la comunidad, en defensa del ecosistema y en demanda de las reivindicaciones más sentidas del pueblo dominicano, quedará por siempre un profundo vacío que nada ni nadie ha de llenar, JAMAS.
Hasta siempre, Camarada, hermano y amigo Claudio Tavárez Belliard. No pudimos estar contigo en los momentos finales de tu vida, pero estarás por siempre en nuestros corazones.