Por: Ricardo González y Quiñones
Lo conocí, viéndolo salir de su casa en la calle San Ignacio, frente a Fello Romero, y una vez cruzaba el patio frontal, y ponía un pie en la acera vociferaba “ llevo los chicharrones, calientes y tostados”. Con justo asombro, aun al día de hoy, se puede distinguir esa voz algo apagada por el tiempo, pregonar sus chicharrones.
Su nombre Darío Gómez Cruz, este humilde trabajador sabanetero, nació en el año 1940, y a los 8 años de edad, siendo apenas un niño, tuvo que comenzar a trabajar vendiendo chicharrones. Hijo de don Abigail Gómez y doña Ana María Cruz lleva 65 años o más bien, trece lustros pregonando y buscando el sustento de su familia con la sartén encima y entre sus manos sudorosas, el papel de envolver, y desandando todos los sectores de nuestro amado pueblo.
Hoy con 73 años a cuesta, sin esperanza de conseguir una pensión modesta, un seguro médico que le pueda responder si se enferma, Darío Lelén no puede, aun si quisiera, tener una vejez digna como cualquier ciudadano de nuestro país.
Sin embargo, en este país hay funcionarios, legisladores y políticos, que a los cuatro años de estar engañando, se pensionan con sueldos que sobrepasan los 140,000.00 pesos mensuales.
Recuerden bien “Políticos” de este pobre país, “los pobres no son invisibles”, pronto se empoderarán y ustedes sabrán si el gas pela, cuando no haya a quien engañar.
Mientras eso sucede, quiero reconocer y sé que muchos de ustedes también amables lectores, desde esta humilde tribuna, a este trabajador sabanetero, incansable y humilde, Darío Lelén y su inconfundible pregón “llevo los chicharrones, calientes tostados”.
Hasta pronto, Dios querrá
Ricardo González y Quiñones
Sabanetero
Ricardo, da pena decirlo y admitirlo, pero Dario es UNO DE TANTOS.
Tienes mucha razón en tus comentarios bien atinados Ricardo. Realmente asi les pasa el tiempo a esos desamparados y miserables, que se pasan toda su vida ganandose el sustento de sus familias de manera digna y decorosa, pero que pena que al final de