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República Dominicana único país en el mundo que no puede deportar los haitianos

En medio de un clima de críticas a nivel nacional e internacional, la República Dominicana encuentra su soberanía desafiada por el difícil dilema migratorio que enfrenta. El tratamiento de los inmigrantes haitianos se ha convertido en un tema polémico que, sin una resolución clara y justa, podría llegar a amenazar la estabilidad y el progreso de la nación.

POR: JUAN PABLO BOURDIERD – Comunicador. Reside en Santiago Rodríguez.

La República Dominicana, tierra de Juan Pablo Duarte, Francisco del Rosario Sánchez, Matías Ramón Mella, Santiago Rodríguez, Gregorio Luperón, entre otros héroes, encuentra en la actualidad su reputación en la línea de fuego. El motivo de este embate no es otro que la suposición reiterada de que la nación caribeña maltrata a los haitianos que han migrado en busca de oportunidades. Esta acusación, esgrimida tanto a nivel nacional como internacional, es una que ensombrece la herencia de los grandes hombres que lucharon por nuestra soberanía.

La tensión existente entre haitianos y dominicanos no es nueva, pero ha adquirido una nueva dimensión en la era moderna. En el año 2022, la atención médica proporcionada a mujeres haitianas en etapa de parto en los hospitales de República Dominicana consumió 14 millones de pesos del presupuesto de Salud Pública. Esta situación ha llevado a algunos a plantear interrogantes sobre la capacidad del sistema de salud dominicano para sostener esta demanda en detrimento de sus propios ciudadanos.

Sin embargo, a pesar de los desafíos que supone la afluencia de inmigrantes haitianos, la República Dominicana ha tenido que enfrentar críticas y amenazas, tanto a nivel nacional como internacional, por el presunto maltrato hacia estos inmigrantes. Dichas críticas parecen ignorar que, como cualquier nación soberana, la República Dominicana tiene el derecho de controlar su política migratoria y proteger los intereses de sus ciudadanos.

Un detalle particularmente peculiar en este debate es el uso del término «nacionales haitianos» para referirse a los haitianos residentes en República Dominicana. Este tratamiento lingüístico no tiene paralelo en otras situaciones migratorias; por ejemplo, a los inmigrantes chinos, venezolanos o peruanos en otros países no se les llama «nacionales chinos», «nacionales venezolanos» o «nacionales peruanos». Al parecer, algunos medios de comunicación, indecisos o incómodos a la hora de abordar la cuestión de la inmigración haitiana, optan por utilizar este término confuso que solo sirve para enmascarar el verdadero estatus migratorio de estas personas.

Hay que destacar la existencia de ciertos grupos, tanto internos como externos, que parecen querer revivir las antiguas tensiones entre Haití y República Dominicana. Hay quienes parecen olvidar los costos humanos y políticos de estos conflictos, centrándose en cambio en posibles beneficios personales o grupales. Esta mentalidad, más que ayudar a resolver la situación, sólo contribuye a su exacerbación.

Curiosamente, muchos de los que condenan a la República Dominicana por su trato a los haitianos parecen olvidar cómo otros países, incluyendo los suyos, tratan a sus propios inmigrantes. Aquellos que critican nuestra nación por proteger su soberanía y bienestar de sus ciudadanos a menudo ignoran o justifican violaciones flagrantes de los derechos humanos en sus propias fronteras. Es la vieja hipocresía de «haz lo que digo, no lo que hago».

Además, vale la pena considerar las consecuencias de la inmigración masiva para la República Dominicana. Algunos de nuestros compatriotas parecen olvidar que el declive de la economía haitiana, junto con la destrucción de su patrimonio y sus riquezas, es una advertencia para nosotros. Si la República Dominicana no protege sus fronteras y su economía, podríamos encontrar que nuestros propios recursos se agotan, al igual que ocurrió en Haití. En el peor de los casos, podríamos vernos obligados a tomar medidas drásticas para proteger la integridad y la soberanía de nuestro país. Por lo tanto, es esencial para nosotros abordar esta situación de manera responsable y equitativa, pero también firme.