Por: Luis Amílkar Gómez.
Mi quinto año en la universidad fué dedicado a estudiar asignaturas muy específica de la ingeniería de minas.
Al terminar el semestre de la primavera de 1981, ya tenía una formación académica acabada de lo que era mi profesión.
Fuí asignado al profesor Dolgushin, para que este fuera mi asesor, durante el importante último año de mi carrera.
Este académico había sido mi instructor en unos de los cursos que tomé sobre explotación de yacimientos minerales a cielo abierto.
Por eso, en junio de ese año fuí enviado a Kriboi Rog, Ucrania, con una misión bien clara: hacer investigaciones sobre el tópico que iba a ser mi proyecto de diploma.
Trabajé duro en la cantera de hierro de esa ciudad durante el mes de junio y la mayor parte del mes de Julio, obteniendo todas las informaciones que necesitaba para sustentar mi tésis ante el jurado examinador.
Para que tengan una idea de lo que significa ésto en una universidad rusa, debo aclarles que el proyecto de diploma tiene que estar basado en un tema que, al desarrollarlo el estudiante, traiga innovaciones y soluciones al problema planteado.
Más adelante, les daré más detalles de lo que es todo este entinglado en la especialidad que escogí.
Mientras tanto, llegué a Moscú a final de Julio e inmediatamente me preparaba para mis últimas vacaciones de verano en Rusia.
Ya todo estaba planificado con anterioridad, el grupo de amigos viajaríamos al centro vacacional de nuestra universidad en el pueblito de Macapsé, cercano a la ciudad de Sochi.
Sochi, es el centro de veraneo de Rusia. Está ubicada en la region de Krasnodar Krai, cercana a Crimea, a Turkía, entre la república de Georgia y la región autónoma de Abkhasia.
Es de las pocas ciudades rusas con un clima subtropical con veranos muy calientes y con inviernos no tan fríos.
Sochi fué la sede de los XXII Juegos Olímpicos de Invierno del 2014 y será una de las ciudades rusas que servirá como base a la Copa Mundial de Fútbol que organiza la Federación Internacional de Fútbol Asociación(FIFA por sus siglas en inglés).
Al llegar a Mapcasé, los encargados de la casa de descanso cometieron un «pequeño» error: pusieron a todos los dominicanos en el mismo edificio.
El quisqueyano siempre anda «armado» de su aparato reproductor de música, su juego de dominó y los tragos siempre aparecen.
Sochi no podía ser una excepción.
De izquierda a derecha María Teresa(Colombiana), Homero (Dominicano), Fremi (Dominicano), Caridad(Nicaragüense), Henry(Colombiano), Serguėi (Nicaragüense), Marvin (Nicaragüense), Francisco (Dominicano) y el autor del artículo.
Ahí estaban Hairi López y su novia nicaragüense Emma, Homero y su novia colombiana María Teresa, Freimi y su novia nica Caridad y luego estábamos los solteros Francisco, Serguéi(nica), Rigoberto, Henry y yo.
Teníamos una rutina propia de jóvenes que disfrutábamos la vida universitaria, sabiendo perfectamente, que esos momentos jamás se repetirían en nuestras vidas.
La mañana comenzaba tocando el Himno Nacional Dominicano a todo volúmen para que se oyera en todas las habitaciones.
Rigoberto, quien tenía a cargo la música, seguía con un merengue muy importante para quienes vivíamos lejos de la patria, cuyo título era Yo Me Dominicanizo.
Luego, salíamos juntos para el comedor a desayunar. El staff del lugar se dió cuenta que éramos un grupo alegre y conversador, pero no problemático.
Localizamos rápidamente en los alrededores, una residencia, donde se vendía vino cabernet sauvignon, que producía en unas pequeñas bodegas el dueño de la casa.
También ubicamos en una casa de descanso vecina, el establecimiento donde se podía obtener cerveza a un precio estudiantil.
En las noches, después de la cena, nos dirigíamos a la famosa ploshadka, que como expliqué anteriormente, era una terraza al aire libre donde se bailaba diariamente.
A esos bailes venían muchachas de los resorts cercanos, lo que hacía las veladas más atractivas e interesantes.
Después del remeneo de cada noche, nos íbamos al edificio a jugar dominó, escuchar música, hacer cuentos y, por supuesto, ingerir algunos tragos.
Las playas, a pesar de ser tan famosas en Rusia, no tenían nada de seductoras. Mayormente eran creadas por las máquinas y el hombre. En vez de arena, era un pedregal donde se ubicaban las sillas playeras.
El agua era demasiado fría, por lo que apenas, unas cuantas personas se animaban a bañarse.
En uno de esos días en Mapcasé, ocurrió un episodio que todavía hoy, después de más de 30 años de acontecido, me avergüenza contar.
Es más, en estos momentos en que estoy escribiendo, en mi mente aún un poco provinciana, se debate la idea si debo narrarla.
Excúsenme aquellos que puedan tener una idea muy puritana de mi persona, pero fué un episodio que pocas personas han vivido «en carne propia».
Esta vez me voy a atrever.
Ahí les va.
Una mañana después del desayuno, como era habitual, nos dirigimos al lugar de las cervezas, que siempre era caminando a través de la playa.
A uno de nosotros, no recuerdo a quien, se le ocurrió que continuáramos caminando a todo lo largo, a ver que otros lugares de atracción existían.
En cierto momento de la caminata, tuvimos que dejar la playa, ya que la interrumpía un farallón insalvable, y nos internamos por un pequeño bosque cuyo camino desembocaba nuevamente en el mar.
Lo que vimos en la playa nos dejó a todos perplejos. No podíamos creer lo que estaba frente a nuestros ojos. Jamás pensamos que en medio de una revolución socialísta existiera algo semejante.
En verdad, en nuestra mente un poco adoctrinada e inocente, creíamos que eso era vicio del capitalismo.
Habían en el lugar entre 40 a 50 personas, pero tenían todas algo en común: su desnudez.
Todos estaban desnudos, no había trajes de baño, no habían bikini, ni siquiera taparabos.
Caminamos estupefactos y, tal vez, maravillados por lo que veíamos, que no nos dimos cuenta cuando alguien se nos acercó y dijo:
«Esto es una playa nudísta y si quieren permanecer en ella, deben quitarse la ropa». Nos mirábamos uno a otro como preguntándonos y ahora, ¿qué hacemos?.
Recuerdo que Serguéi fué quien desafió a todos, siendo el primero en quitarse la ropa afirmando que eso no era nada, que era natural, que Dios no nos hízo con ropa, que era la pureza del cuerpo humano, que eso era inseguridad, etc, etc, etc…
El «reverendo» Serguéi no había terminado su discurso manipulador, cuando ya todos nos habíamos quitado ropa.
En un lugar público, como Dios nos trajo al mundo.
Estábamos sentados en la playa observando unas rusas bellísimas que nos pasaban cerca y que debieron sentir nuestras miradas aguijoneantes siguiendo sus movimientos.
Algunos de los muchachos, sangre latina al fin, tuvieron que meterse al agua para enfriar los «nervios».
Regresamos al resort para el almuerzo y los compañeros que se perdieron la aventura no podían creer lo que había pasado.
Fué un verano inolvidable el del 1981. Como inolvidables son todos mis amigos que compartímos esos momentos irrepetibles.
Regresamos a Moscú a mediados de septiembre y teníamos que prepararnos para el año académico que comenzaba a principios de octubre.
Era el inicio del final. El último año de mi carrera, el año en que presentaría mi proyecto final, en fin, la culminación de un largo sueño.
Continuará…
Buenos dias.
Estoy muerto de risa Sr. Luis Amílkar Gómez, en verdad esta narrativa me ha fascinado, waoo cuantas vivencias, gracias por compartirla.
Hoy me ha tocado trabajar y no podia controlar mi risa mientra estaba leyendo, mis compañeros s