Metáforas, sinonimias y poesía
Por: Ricardo González Quiñones
Después de una larga jornada de trabajo, pensé que era el momento de una buena música, tomarse una copa de vino tinto, y de ese modo no solo desconectarse de esas calles ruidosas de Santo Domingo, salpicadas de colmadones, reggaetones, música urbana, bachatas, y otras basuras descompuestas que le han dado por nombre «música de calle».
Coloqué en la radio un CD de Joaquín Sabina, y como sabinista al fin y al cabo, no pude superar la tentación de colocar tres más en el «círculo de espera». Tomé un bolígrafo que me regaló mi papá hace unos meses y en una hoja rayada, perdido entre las canciones de este español intrínseco, mal humorado, pero excelente poeta, y aprovechando que la primera copa de vino, había surcado por completo mi vía digestiva, quise escribir un soneto que voy a compartir con ustedes mis amables lectores, con el debido permiso a los dos grandes poetas de mi pueblo natal, mi Sabaneta, a Nito Leclerc y Don Sergio Lantígua.
Le escribo con respeto un soneto a un tal Sabina,
dueño del verbo, del exceso, la musa, la poesía,
sus canciones, estriadas, entre amor y melancolía,
merecen espacios y ponencias alabastrinas.
Sus pastillas para no soñar, han de ser divinas,
si lo que quieres es vivir cien años ante tus ojos,
o quizás 500 noches y 19 días con un pirata cojo.
Esta boca es mía, siete crisantemos, locas, heroínas.
Si aun no lo conoces, perdiste tiempo y esplendor,
y como el sol, te metiste a la siete en la cuna,
sin una adarga, un sainete, y sin luz de luna.
Mientras me preparaba para salir esta noche contigo,
entre sal y pimienta, me dijo que Páez fue su amigo,
si no lo has escuchado, ya perdiste una fortuna.
Mi dilecto amigo por conocer Ricardo González; Amelgo al intervalo desarraigado a mi subitánea proscripción del ámbito literario Sabanetero para expresarle mi aquiescencia a Don Nito Leclerc, por sus dotes procreadoras. Sería improbo, dilapidar la c
Ricardo y Don Sergio; les agradezco infinitamente la distinción, pero debo de ser justo y continuar profesándoles a Uds nuestro ya conocido y merecido respeto. Yo no tendría jamás cabida para poder erigir con ese erudito duplo de las letras y poesía