spot_imgspot_imgspot_imgspot_img
InicioOpinionHaciendo patria desde la frontera

Haciendo patria desde la frontera

POR: NÉSTOR ESTÉVEZ – Periodista Reside Santo Domingo.

Es frecuente escuchar, cuando hablamos sobre demarcaciones fronterizas, “donde comienza y termina la patria”. Muchas veces, por un asunto de razones expresivas o de respeto, hasta se usa “Patria”, con “P” mayúscula.

La Real Academia Española de la Lengua se ha mostrado flexible con eso. Quizás en atención al respeto, lo permite. Pero en este escrito no nos concentraremos en el tema gramatical. Más bien pretendemos destacar el recorrido por un “trecho entre el dicho y el hecho”, desde uno de esos lugares en “donde comienza y termina la patria”.

Ocurre que muchas veces expresiones de ese tipo se quedan en lo retórico. René Del Risco Bermúdez lo describe en uno de sus poemas que, entre otras consideraciones, plantea:

Se dice “patria”, con un traje blanco,

con un grueso cigarro entre los dedos,

con un contrato a punto de firmarse

con unos inversionistas extranjeros,

se dice “patria”, se repite “patria”,

y otra vez “patria” se dice

con un celo

que hasta a ti misma, patria,

te han dormido

más de una vez con ese mismo cuento.

Por fortuna, mucho antes que René, Eugenio María de Hostos nos enseñó que la patria es “un edificio sin fin”, al que cada uno puede aportarle para engrandecerlo.

Quizás por eso, desde jóvenes con alto sentido de entrega a la animación sociocultural hasta docentes con gran influencia por el pensamiento hostosiano se encargan de tomarle la palabra al “sembrador” para dedicarse a edificar la patria.

Así podríamos referirnos a una obra que durante setenta y cinco años ha aportado para un mejor país, desde la frontera, en Dajabón. Pues el 10 de marzo de 1946 llegaron a esa comunidad fronteriza los primeros internos que se dejaron influir por quienes han asumido como misión “formar hombres y mujeres al servicio de los demás”.

Lo que inició como Colegio Agrícola San Ignacio de Loyola, luego Instituto Agronómico San Ignacio de Loyola, y actualmente Instituto Tecnológico San Ignacio de Loyola, ITESIL, o simplemente “Loyola Dajabón”, ha entregado profesionales de diversas áreas con valiosos aportes tanto en dependencias estatales como en reputadas empresas y hasta multinacionales, en el país y en el extranjero.

Primero, los Hermanos Cruzados de San Juan Evangelista, provenientes de Holanda, y en una segunda etapa, sacerdotes de la Compañía de Jesús, o jesuitas, se han encargado de poner en evidencia lo que ocurre con seres humanos que se convierten en fiel reflejo de los valores propios de la filosofía ignaciana.

Sin necesariamente llegar a temas de tanta envergadura como los ejercicios espirituales de San Ignacio de Loyola, fundador de los jesuitas, quien se forma en ese centro destaca como persona que encuentra a Dios en la vida ordinaria y asume “en todo amar y servir”, convirtiéndose en valioso capital humano para la sociedad dominicana y para la humanidad.

Desde una localidad con serias precariedades y grandes retos, pero con la dedicación de quienes confían en sembrar y en el talento humano, el Instituto Tecnológico San Ignacio de Loyola ha entregado a la sociedad dominicana casi tres mil graduados de agronomía, ebanistería, enfermería, informática, metalmecánica y electricidad.

En una primera etapa solo se permitía estudiar a varones con interés por los temas agronómicos. En ese tiempo se hablaba en Dajabón de “el colegio de las hembras” y “el colegio de los varones”. Pero esa etapa fue superada. Así fue como el centro regenteado por los curas jesuitas abrió oportunidad para muchachas, y muy poco tiempo después para disciplinas diferentes a la agronomía.

Son muchas las entidades que prefieren y pueden dar la mejor referencia de los egresados de “Loyola Dajabón”. ITESIL se ha encargado de que “patria” sea mucho más que una expresión emotiva y hasta manipulada, para asumirla como proyecto en permanente construcción. 

Este centro de formación lleva setenta y cinco años entre ese sello particular de comportarse “contemplativos en la acción”, muy propio de la espiritualidad ignaciana, y la ilusión de laicos que viven intensamente buscando y obrando “para la mayor gloria de Dios”.

Fuente: NÉSTOR ESTÉVEZ

NOTICIAS RELACIONADAS

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí

- Advertisment -
- Advertisment -spot_img
- Advertisment -spot_img
- Advertisment -spot_img
- Advertisment -spot_img
- Advertisment -spot_img
Carreta Mata del Jobo – (frente a Villa Nolasco)spot_img