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El Minotauro y la Sabiduría

POR: TONY CEDEÑO – Escritor. Reside en Ecuador.

Había una vez ante un grupo de hombres parajes escarpados, peñascos con nubarrones y tórridos desiertos. Llegado el momento de su travesía tuvieron que medirse ante el poder de los elementos y era en el agua donde debían demostrar ciertas cualidades.

La orilla de un río desafiaba el paso de los aventureros. Habían remolinos que les impedían el nado y era un fabuloso suceso si uno de entre todos los trotamundos habiendo poseído suficiente coraje logrará su cometido.

Uno de ellos, usando la agudeza, consideró la profundidad del río como una atenuante desfavorable pues el incesante y bravo arremolinar no era de fiar.

– Usó la sensatez decían sus paisanos.

Otro quiso abalanzarse con un gran salto confiando en la fuerza de su estado atlético, pero, a última hora, vaciló en su empresa.

– Tiene agallas expresaron sus Camaradas, pero hizo bien en negarse.

Otro se veía regio y empeñoso, pero, para estar más seguro hubo de caminar sendero arriba y alcanzando la distancia de trescientos metros desistió de su propósito pues la ribera representaba una línea recta que fácilmente tenía tres kilómetros tanto de ida como de vuelta. Tomando en cuenta otro factor preponderante, la anchura del cuerpo de agua dulce era de aproximadamente cien metros.

Hubo otro aventurero que con rebeldía se llenó de rabia expresando epítetos de alto calibre en contra de sus compañeros tratándolos de cobardes. Lanzándose de inmediato a la hazaña como un torbellino imparable nadó a buen galope hasta que, llegado a la altura de la mitad del caudaloso río sufrió severos calambres venciéndolo la feroz corriente, ahogándose en el acto.

De inmediato cinco de sus amigos intentaron en vano rescatarlo puesto que las palizadas que arrastraba la corriente eran numerosas al punto de que por poco sucede una segunda muerte por ahogo.

Moraleja

Hay veces que el Minotauro del ego nos apasiona desarmando en nosotros la armadura del amor, la bifurca y la minimiza hasta que se borra de nuestro corazón el buen juicio y la buena fe. Esto hace que de caprichos nos llenemos desafiando no solo a las fuerzas superiores de la naturaleza sino a todo componente humano que vaya en contra de nuestros propósitos.

Recordemos siempre mis estimados caballeros lectores y nobles damas lectoras: Para emprender en la templanza dos tazas se necesitan. En una se halla el valor y en la otra la prudencia. Quien espera paciente el remanso de la corriente podrá evitar una desdicha porque ha procurado hacer uso de la paciencia y de la sabiduría.

Como lo dejó por escrito Franz Kafka «Todos los errores humanos son fruto de la impaciencia. Interrupción prematura de un proceso ordenado, obstáculo artificial levantado al derredor de una realidad artificial».

Tony Cedeño

Escritor / Poeta / Motivador

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