POR: JUAN PABLO BOURDIERD – Comunicador. Reside en Santiago Rodríguez
En el escenario político dominicano, la aceptación de la derrota se ha convertido en una rareza, casi una especie en extinción. La reacción inmediata de los partidos de oposición ante resultados adversos es, lamentablemente, predecible: acusaciones rápidas y furiosas contra las firmas encuestadoras, tachándolas de mentirosas y farsantes. Esta tendencia no solo revela una deslealtad a la integridad democrática, sino también un profundo desprecio por la conciencia colectiva de la nación.
En el transcurso de los últimos meses, hemos sido testigos de un fenómeno interesante: múltiples encuestas políticas han arrojado resultados que favorecen significativamente al actual presidente, Luis Abinader, mostrando una ventaja considerable sobre sus contrincantes. Este escenario ha propiciado el ya conocido «pataleo» por parte de aquellos que, hasta hace poco, jugaban en el campo de batalla político con confianza, creyendo en su invencibilidad.
Curiosamente, cuando las tablas se vuelven, la realidad que antes aceptaban sin cuestionar ahora se convierte en objeto de su ira y negación. La discrepancia entre estar arriba o abajo en las encuestas parece ser demasiado para algunos, revelando una incapacidad para aceptar la realidad política fluctuante con dignidad.
La disputa interna en el Partido de la Liberación Dominicana (PLD), tiempos atrás, especialmente entre sus dos figuras prominentes, Leonel Fernández y Danilo Medina, ha dejado al descubierto vulnerabilidades que el actual presidente Luis Abinader no ha dudado en capitalizar. Con una popularidad que supera el 50 % según las encuestas más recientes, es claro que el regalo de poder al primer Mandatario por parte de Fernández (hoy en otra parcela política) y Medina han tenido consecuencias duraderas.
La historia nos enseña, a través de figuras como el Dr. Joaquín Balaguer, que los errores políticos se pagan caro. La pérdida del poder, una vez entregado tan negligentemente, no es algo que se recupere mediante lágrimas o lamentaciones. Es una lección de la importancia de defender con firmeza y estrategia lo que se valora.
En este contexto, tanto Fernández como Medina parecen buscar una redención política, incluso contemplando alianzas que anteriormente habrían sido impensables. La política, después de todo, es el arte de lo posible, y entre políticos, ninguna puerta permanece cerrada para siempre.
El declive del Partido Reformista Social Cristiano (PRSC), similarmente provocado por una búsqueda insaciable de perpetuación en el poder, sirve como un espejo para el PLD. La incapacidad de ambos partidos para reinventarse y presentarse como opciones viables ante el electorado es un testimonio de las consecuencias de ignorar las demandas de cambio y renovación.
Más del autor: Juan Pablo Bourdierd en Ecos de Personajes Poéticos
El precio de los errores intelectuales en política es elevado, y el PLD y Leonel Fernández ahora con la Fuerza del Pueblo (FP) enfrentan la factura de sus propias decisiones. La política dominicana está en un punto de inflexión, donde la capacidad de adaptarse, aprender de los errores y aceptar la realidad se convierte no solo en una virtud, sino en una necesidad para la supervivencia política.
La derrota, por dura que sea, ofrece lecciones valiosas. La dignidad en la aceptación de los resultados, la reflexión crítica sobre los errores cometidos y la disposición para la renovación son pasos esenciales hacia la recuperación y el fortalecimiento político. La política dominicana se encuentra ante la oportunidad de abrazar estos principios, eligiendo el camino hacia una democracia más madura y resiliente. La pregunta es, ¿estarán sus actores dispuestos a aceptar este desafío?