-Reflexiones en el Día de las Madres-
POR: LUCIA SOLANO – Educadora. Reside en USA.
En un encuentro con amas de casa, mientras se procedía con la presentación de cada una de ellas, me llamó poderosamente la atención una señora que dijo:
-Doña yo no trabajo, quien trabaja es mi marido-.
A lo cual la moderadora respondió:
– ¡Oh, entonces usted no hace nada! –
-Sí, lo de la casa. – Respondió la interpelada.
-Pues cuénteme lo que usted hace en un día en la casa-
-Eso es mucho!, Dijo la ama de casa.
-Si cuénteme, quiero escucharla-, motivó la presentadora.
Y con timidez la ama de casa empezó a decir:
-Bueno, me levanto a la seis de la mañana, cuelo el café, refriego la losa de la cocina, por si le pasaron cucarachas y ratones en la noche. Preparo el desayuno y despierto a mi esposo; levanto a los muchachos, les reviso el uniforme, los zapatos, las uñas, el pelo y me aseguro que se pongan desodorante para ir a la escuela, -porque en este país se suda mucho-; luego pongo la ropa del trabajo de mi marido en una percha y lo motivo para que no llegue tarde al trabajo, se desayunan todos y se van.
Así, apenas comienza mi día y son como la siete y media de la mañana.
La moderadora le interrumpe para decirle:
-Y, después ¿Qué más hace usted? –
-Como no trabajo, me quedo, arreglo las habitaciones, recojo los regueros que me dejan, lavo el baño, barro la casa o sea hago la limpieza completa. Luego continuó diciendo: Pongo las habichuelas a ablandar en el anafe, porque el gas está muy caro. Pico y sazono el pollo y si me falta algo para complementar la comida…
(Pausa, de manera abrupta, como si le diera vergüenza y continúa)
…voy al colmado y lo cojo fiao, para que se lo anoten a mi marido, que siempre se molesta, aunque sean diez pesos. Como ya tengo todo, antes de hacer la comida, saco la ropa y la pongo en la lavadora que alquilo con el dinero que me da mi marido, pero si no hay luz la lavo a mano, porque si no se me acumula y es peor, usted sabe que los muchachos ensucian mucho.
– Se ríe muy tímida y sigue diciendo:
-Todo ese tiempo tengo el radio encendido y escucho noticias, chismes de farándula y mi musiquita también, aunque algunas canciones me ponen triste
La moderadora interviene y le pregunta:
– ¿Por qué la música te pone triste? La música alegra el corazón y alimenta el alma
El ama de casa transforma el rostro, baja la cabeza y con tristeza responde:
-Quizás usted lleva otra vida gracias a que fue a la universidad y se hizo profesional, yo, por el contrario, con mi deseo de tener otro tipo de vida…. No me quedó otra opción que quedarme en la casa y no tener un trabajo como usted.
La moderadora interviene nuevamente y le dice:
-Te comprendo, pero volvamos a tu día en la casa, que por lo visto apenas empieza.
– Y ella impactada continua:
Aaay sí… cocino, para que cuando lleguen mi marido y los niños, la comida esté en la mesa y así comemos en familia, después del almuerzo mi marido siempre se antoja de un dulce y me pregunta: «¿vieja no hay dulcito por ahí», y como siempre lo incluyo en el fiao del colmado el «Pajarito», yo le respondo: «claro que sí viejo».
Le brindo el dulce, él se recuesta a echar una pavita, yo recojo la mesa, limpio la cocina, trapeo la casa y los niños me ayudan con el ‘fregao’.
– Hace una pausa y continúa diciendo:
-Luego, despierto a mi esposo para que vuelva al trabajo y dejo a los niños jugar un rato. A veces me da pena despertar a mi marido, que dormido se ve cansado, pero él es único que trabaja y si no lo hace no hay comida en la casa ni ropa para los muchachos, por lo que siempre ruego a Dios para que no se enfermen, porque yo no trabajo.
– Se queda pensativa unos segundos y prosigue con su relato:
-Volviendo a mi día en la casa, recojo la ropa que lavé, la doblo y pongo cada una en su lugar. A eso de las cuatro de la tarde cuelo un café -si hay- y me ocupó de que los niños hagan sus tareas, les ayudo en lo que puedo, porque yo solo llegué a 5to de primaria en la escuela, pero…. sé ‘alguito’. A eso de la seis, termino la tarea con los niños y les dejo que jueguen un rato y me pongo a hacer la cena a veces sin prisa
Hace otra pausa, pone cara de decepción y continúa:
-Pero no le conté, que mi marido llega a diferentes horas, porque después del trabajo, se queda el «Pajarito», a jugar dominó, se toma par de cerveza y juega lotería, a ver si Dios se acuerda de nosotros y quién sabe que más hace ese cristiano por ahí, pero cuando llega le traigo las chancletas, le pongo el juego de pelota en la radio, le cuelo un café para que entone los tragos en el estómago y le pongo la cena en la mesa
Nueva pausa y continúa:
-Cenamos juntos igual que en la comida, los niños se bañan, cepillan sus dientes y se acuestan, yo le preparo el baño a mi esposo, usted sabe que aquí el agua llega los lunes, miércoles y sábados. – -Recojo la mesa, friego los trastes de la cena y me aseguro de tener todo para el desayuno de mañana y como a las diez me doy un baño, y aunque me siento cansada, todavía me falta un deber que como mujer debo cumplir.
– Admirada, la moderadora pregunta:
– ¡Como! ¿Algo más?-
-Si doña, voy a la cama le pregunto a mi marido:
¿Usted me va a necesitar esta noche?
Casi siempre el responde que sí y yo me entrego y él resuelve, usted sabe a qué me refiero ¿verdad? –
-Sí, sé que son las relaciones íntimas de pareja-, Dijo la presentadora; Y ella argumentó: -Pues sí, pero lo grande es que él resuelve conmigo y yo me quedo igualita (eso se lo dice al oído, esto es entre usted y yo) y veo que no le importa si yo…, usted sabe o talvez a usted no le ha tocado lo mismo que a mi…-
Se ruboriza y concluye:
-Ese es mi día a día, a veces uno que otro domingo, visitamos mi suegra, mi familia y amigos, que son los únicos momentos que siento que salgo la rutina diaria.
La moderadora fija sus ojos en la cara de frustración y confusión de la ama de casa y le pregunta:
– ¿Cuánto le paga mensualmente su marido por esa labor y responsabilidad de siete días a la semana y todos los meses del año? –
Ella responde con otra pregunta.
– ¿A mí?: nada!; Usted sabe que yo no trabajo.
La presentadora le razona:
-Entonces usted no trabaja?,
Piense: Si su esposo tuviese que pagar por los oficios, tareas y ‘obligaciones’ que usted lleva a cabo para él y sus hijos, ¿Le alcanzaría el dinero para los tragos, las cervezas, el dominó y los juegos?
No señora: ¡Usted trabaja tres veces más que su esposo!
(Apreciado lector, busque usted la moraleja, dentro de la realidad de las amas de casa, que trabajan sin salario, horario, seguro médico, prestaciones, vacaciones, regalía pascual y sin incentivos).
(*).- Lucia Solano. Educadora, Activista cultural, social y comunitaria.
Oriunda de Dajabón, RD. Reside en USA.