Por: Ricardo González Quiñones.
La conocí, en los albores de nuestra adolescencia en el Liceo Secundario Librado Eugenio Belliard.
Era una “avispita”, recorriendo todo el plantel a la hora del recreo.
Dulce, esbelta, hermosa e inteligente.
Escribía en versos, en narrativa breve, en prosa.
Fijó residencia en los Estados Unidos de Norteamérica, y allí, encontró el amor, formó una familia, y se desarrolló en el trabajo.
Una mañana fría de invierno se nos fue para siempre. Un cáncer le arrebató la vida.
Se fue llena de sueños aun por cumplir, remontando el alba, con el frio y la nieve a derredor.
Te fuiste Bibiana, tenue la mirada, triste el solsticio de invierno.
Te faltaron años por vivir, lugares que visitar y familia por conocer.
Te fuiste viva querida amiga, y el corazón se detenía en el imberbe sortilegio de tu remembranza.
Te montaste en esa ola cargada de eternidad, de no regreso y de universos paralelos.
Te fuiste viva, Bibiana, donde no hay lisonjas, ni silbidos, ni intriga, ni maldad, ni falsedad.
Hoy comprendo, que mil años, son apenas un abrir y cerrar de ojos para el Creador.
Que Dios te haya recibido en su morada amiga de casi diez lustros.
Hasta pronto, Dios querrá
Ricardo González Quiñones
Sabanetero