A un paso del suicidio (o la cotidianidad de lo absurdo) de Marcos Rodríguez

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Por Gerardo Castillo Javier
La lectura atenta de Pinocho, de Frankenstein, del Popol Voh (Algún infame se atreverá a citar La Biblia. Estoy seguro) y de muchas historias semejantes, coloca al lector ante la recreación más o menos elaborada del mismo asunto.

En algunos de estos textos, libres del lastre retórico, se encuentran versiones de la historia que cuenta el origen del hombre; en otros, con menos suerte quizá, el abordaje convierte el asunto en algo más literario, más artístico, lo que abre el espacio para la crítica y la recreación. Las dos primeras novelas de Marcos Rodríguez, en cierta medida, se aproximan a algunos aspectos de esta temática. El escritor, conocedor de cosmogonías y del oscuro amor de los dioses por la humanidad cuestiona sin preguntar. Es decir, muestra su óptica de las cosas con énfasis en lo absurdo y lo convierte en arte.

En su primera novela, El mártir de los martirios, Marcos Rodríguez, a quien no le falta la fe, nos arroja por las sórdidas galerías de la ambición y del dolor que esta le depara a quienes sucumben a sus encantos. Esta novela, florida de lengua y de tórridos y turbulentos amores. no agotó la verdadera preocupación del autor.

 

Su segunda novela se fue al otro extremo. El tema es cotidiano: Cuando fui un ángel en el cielo. La propaganda religiosa ha trivializado el asunto. Y consciente de ello el autor coloca su obra entre el cielo y la tierra. Del cielo nos muestra las humanas razones de los seres divinos y de la tierra la pobreza de espíritu y las densas formas de la maldad.

 

Esta, Al borde del suicidio, su tercera novela, me parece que debió ser la primera. Hay en ella características de las que carece la primera y que son naturales del carácter personalísimo que se le atribuye a toda primera novela. Mas no me ocuparé de esos pormenores puesto que hay en el libro aspectos de verdadero interés.

 

Al ver el conjunto de sus tres libros pareciese que Marcos Rodríguez trabajase en base a un plan. Y me atrevo a conjeturar que su condición de abogado le ha influido para que prefiera una estructura inductiva en sus historias, cuando a todas luces las dos últimas parecen reclamar la estructura de la tesis. Sin embargo, el que finalmente predomine en una de sus novelas un asunto muy próximo a la naturaleza de su trabajo y de su irreductible conciencia social, y que esté organizada bajo la estructura que con más frecuencia utilizan quienes nos venden sueños, resulta de lo más natural.

 

El arte, lo sabemos, suele ser controversial por naturaleza. La novela no es excepción. Y en el caso de la novela de Marcos Rodríguez, tanto el tema central como los que de él se derivan son controversiales.

 

La historia que nos cuenta Marcos es la de un hombre que, cercado por las circunstancias, por las consecuencias de sus decisiones, llega a la conclusión equívoca de que la salida al drama de su vida es el suicidio. Pero hay en él muchas dudas y con frecuencia se detiene a rumiar el pasado. Tal vez, en el fondo, entiende que esa jamás es una salida.

 

Como sus dos libros anteriores Al borde del suicidio invita a reflexionar. Y aparte del tema del suicidio, que poco a poco deviene en un resultado más que en una cuestión sobre la que se vuelca la preocupación del autor, surge el tema más difícil de abordar en cualquier obra de arte en este momento: la violencia intrafamiliar.

 

Hay quienes se han ocupado del tema, pero el abordaje lo han realizado de manera parcial. Es decir, se ocupan del aspecto que más toca en los medios informativos y que por tanto es el más visible. De modo que esas obras aportan poco a la progresión de la discusión del tema. En la novela de Marcos Rodríguez, en cambio, nos ocupamos de una situación que con frecuencia se oculta: el hombre víctima.

 

Se argumenta con sobradas razones sobre la cultura autoritaria, sobre el patriarcado y sus efectos sobre la salud mental y física de la mujer. Y tengo la convicción de que todos debemos aprender esas certezas y trabajar por el cambio verdadero. Sin embargo, mientras no se comprenda que el hombre también es una víctima no lograremos cambios significativos en pos de la igualdad de género.

 

Quiero agregar una idea más al respecto. El hombre es víctima del sistema en tanto el sistema le convierte en perpetrador de unos criterios, valores y prejuicios que él ignora. Hasta ahí la idea, pues sabemos que existen hombres y mujeres que conocen el sistema y trabajan para perpetuarlo. Esos son «acosadores morales». Y en ellos no hay esperanza.

 

Otro aspecto de la novela que me resultó atractivo es el carácter extremadamente absurdo de los personajes principales. Mientras ella se obstina en destruirlo, él se empeña, irracionalmente, en salvar la relación y el hogar. Mientras ella maquina y se organiza para arrebatarle todo por lo que ha trabajado, él procura entender su falta de gratitud.

 

Algún lector astuto dirá que más que absurdos son personajes que se complementan, que son la pareja perfecta: la sádica y el masoquista. Y yo estaré de acuerdo con ese lector, pero le susurraré al oído, pues jamás se lo diría públicamente, que recuerde que el masoquista se goza, se regodea de satisfacción en su dolor, y que no atesora ninguna idea que le aparte de su dolor, que es lo que le da sentido a su vida.

 

Todas las grandes novelas nos llevan de viaje a alguna parte. Homero, Franz Kafka, Julio Verne, Julio Cortázar, Pedro Peix, Juan Rulfo, Andrés L. Mateo, Albert Camus, Amable Mejía, son autores cuyas obras nos ofrecen otros mundos. En Al borde del suicidio, Marcos Rodríguez nos arrastra a través del dolor de un hombre de mirar obtuso e irremediablemente obstinado con el ideal familiar. Y en ese recorrido nos va mostrando la raíz y el progreso del deterioro social y moral que nos arropa. Pareciese que Marcos Rodríguez no tuviese esperanza, pero es todo lo contrario. Como otros novelistas, como todo gran artista, el autor nos grita una metáfora de nosotros mismos que tiene por objeto el que despertemos y hagamos el cambio que las circunstancias históricas demandan.
Gerardo Castillo Javier

2 COMENTARIOS

  1. Gerardo Castillo es un reconocidísimo catedrático de la UASD en el área de psicología y lingüística. También es un reconocido crítico literario de República Dominica. Y por sus grandes conocimientos del idioma español, ha realizado la corrección de

  2. excelente escritor, sus libros son de sobradas calidad. tuve la oportunidad de leer cuando fui un ángel del cielo y me gusto bastante, pienso que la temática abordada en cada uno de sus libros es de singular y profunda realidad a los eventos sucedido

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