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Santiago Rodríguez y La Sublevación de Sabaneta

Por: Orlando Reyes.

Su nacimiento según señala la tarja de su tumba en el Panteón Nacional, fue el 25 de Julio de 1809, unos dicen que nació en Cabo Haitiano, unos que en Dajabón y otros que en Santiago. Hijo de Vicente Rodríguez y Josefina Masagó.

Procedente de Dajabón, donde residía, Santiago Rodríguez se traslada a Sabaneta con su familia, cuñados y otros amigos en 1844, después de que los haitianos incendiaran ese poblado en su retirada luego de la derrota sufrida en la Batalla de Santiago, 30 de marzo de ese año.

Santiago Rodríguez tenía la preparación necesaria por su edad, sus condiciones sociales, pues era hacendado y Coronel en la Guerra de Independencia. Comenzó su carrera militar en el Movimiento La Reforma, donde salió siendo prócer y con muy buenas relaciones con la Junta Central Gubernativa de la Independencia, llegando a ofrecer consejos y sugerencias a delegados de la misma.

La grandeza de Santiago Rodríguez no solo radica en su participación decidida en la Guerra de Independencia y en la organización y dirección de la Restauración, sino también “por las ejecutorias de ciudadano ejemplar, desinteresado y sin pretensiones de poder o de gloria, no se le vio en ningún momento buscando prebendas o beneficios por su condición de líder o de luchador incansable (J. Agustín Consepción en Síntesis Histórica del Municipio de Santiago Rodríguez, 1960).

Rodríguez participó, sable en mano, en la Batalla de Sabana Larga (Dajabón) bajo el mando del Gral. Luis Franco Bidó. Sabana Larga fue la última batalla de la guerra de Independencia, el 24 de enero de 1856 y fue la que convenció a los gobernantes haitianos de que ya la Independencia Dominicana era un hecho irrevocable.

Para esa fecha ya Rodríguez tenía 46 años de edad y 12 años en las lides militares que lo convertían en acreedor de un arraigo moral ante los demás próceres.

En 1862, ocurre un hecho histórico de importancia en Sabaneta y es que durante el proceso de planificación de la guerra Restauradora que encabezaba su máximo líder, Santiago Rodríguez, llega a este poblado invitado por el P. Juan Pineda, un joven de 22 años de edad llamado Gregorio Luperón y que para ocultar su identidad se hace llamar Eugenio, el médico (dato extraído del juicio seguido al rebelde ayuntamiento de Sabaneta, Archivos Generales de India). Luperón se pone a las órdenes del jefe de la revolución. Revela su verdadera identidad a Rodríguez y a los demás miembros del complot.

Hay que suponer que hubo “una escena entre un joven valiente e inteligente y un general que había peleado en las batallas independentistas y con una recia personalidad y carácter firme que le conferían sus 52 años de edad” (Papo Fernández, obra “General Santiago Rodríguez, Padre de la Restauración”, pág. 32).

Pero no puede ser cierto, como plantean algunos admiradores de Luperón, que este fue a Sabaneta a aglutinar a su alrededor a los líderes militares y a los representantes de la pequeña burguesía de la zona Luperón llega a Sabaneta porque sabe que en ese pueblo vive el líder del Movimiento Restaurador, Santiago Rodríguez y sus colaboradores; José Cabrera, Benito Monción, Ignacio Reyes, Alejandro Bueno, Francisco Suriel y otros.

LA SUBLEBACION DE SABANETA

Todo estaba listo para entrar en acción y estallar la revolución el 27 de febrero de 1863, como lo había planeado Santiago Rodríguez, pero la imprudencia de uno de los miembros del complot abortó los planes.

La noche del 21 de febrero, Norberto Torres, bajo los efectos del alcohol en casa de una amante en Guayubín, fue saludado por un soldado español que cruzaba y le llamó “paisano”, a lo que Torres le contestó airado 《 ¿paisano yo de usted? – Dentro de cinco días ustedes sabrán lo que les viene encima…》 (Pedro M. Archambault. Historia de la Restauración, pág. 25).

El soldado sabía que circulaban los rumores de una conspiración, por lo que se apresuró a informar a su jefe lo que había oído. Quisieron apresar a Torres, pero este huyó tirándose a nado al río Yaqué y avisó a Lucas Evangelista de Peña que vivía en El Pocito y que era el jefe designado por el General Santiago Rodríguez para tomar a Guayubín. El Coronel Lucas de Peña quiso entrar en acción y tomar la plaza de armas, pero fueron rechazados por los españoles. Esa misma noche se le informó a Rodríguez de lo ocurrido en Guayubín, 《¡Ya Lucas me la hizo!》, exclamó Rodríguez, molesto por la noticia que hacía variar los planes . (Pedro M. Archambault, cit.).

Al rayar en alba del domingo 22 de febrero de 1863 Santiago Rodríguez sublevó a Sabaneta, el pueblo donde se había planificado la guerra. Junto a Rodríguez estaban: José Cabrera, Benito Monción, José Mártir, Pedro Thomas, Ignacio Reyes, Gregorio Luperón, Alejandro Bueno, Antonio Batista y otros Patriotas.

El jefe del movimiento armó una columna de hombres y los envió a Santiago, en ruta de San José de Las Matas, con Antonio Batista (antiguo oficial al servicio de España y ahora restaurador) a la vanguardia y en la retaguardia, el bravo Ignacio Reyes y el joven Gregorio Luperón que se encontraba en Sabaneta. Estos llevaban la encomienda de informar y reforzar a Bartolo Mejías en San José de Las Matas y a los miembros del ayuntamiento de Santiago que eran los integrantes del complot.

Por la noche, Antonio Batista recibe un mensaje en el que Santiago Rodríguez ordena regresar a Sabaneta porque el general José Hungría, gobernador de Santiago, había vencido a los rebeldes de esa ciudad, había tomado a Guayubín y avanzaba hacia Sabaneta. Se necesitaba la columna de Batista para defender al pueblo “Cuna de la Restauración”. Gregorio Luperón se negó. Se separó de la columna y se quedó por un tiempo en la casa de la familia de Pablo Abreu, en la Jagua, próximo a la Vega, (P.M. Archambault).

Mientras tanto en Sabaneta y Guayubín se combatía. Pero al general Hungría le fue fácil vencer en Guayubín por la superioridad en armas y hombres, pues los patriotas fueron sorprendidos porque el plan era para iniciar el 27. En Sabaneta, los rebeldes ofrecían resistencia. El 5 de marzo se escenificó la más fuerte batalla de esos días, en Sabaneta, donde muchos de los restauradores se enfrentaron con armas blancas al ejército español (Juan Bosch, “La Guerra de la Restauración”).

A propósito de esos Acontecimientos, en una alocución el Capitán General Español decía; 《El enemigo ha sido arrojado en la tarde del 5 de marzo en Sabaneta, último baluarte de sus impotentes maquinaciones, por dos compañías del segundo Batallón de la Corona, que al mando del digno General Hungría los atacaron enérgicamente a las bayonetas, habiéndoles causado tres muertos, varios heridos y prisioneros y dejando en poder de nuestras tropas una bandera, armas, provisiones, municiones y correspondencias. Media hora de combate y obligaron al enemigo a replegarse hacia los barrancones cercanos al pueblo de Sabaneta》. (Ramón González Tablas. “La Dominación y Última Guerra de España en Santo Domingo” pág. 105).

SANTIAGO RODRÍGUEZ Y LA CONVENCIÓN DE LOS ALMÁCIGOS

Después de la derrota de Sabaneta, Guayubín y Santiago, el jefe inicial del Proceso Restaurador, Santiago Rodríguez, reunió en Los Almácigos a los hombres más destacados de la revolución, incluyendo algunos de Santiago, San José de Las Matas, Moca, Montecristi y de Dajabón para explicarles los detalles de la derrota de los restauradores, debido a la precipitación de Lucas Evangelista de Peña, que al final se retiró neutralizado.

El líder de la Restauración les dijo: “Nosotros somos casi todos victoriosos de mil combates contra los haitianos y no nos arredran sacrificios ni reveses. He decidido, si ustedes lo aprueban, ir a Haití a buscar elementos de guerra para encender otra vez la hoguera de la protesta, pues todo el país ruge de indignación contra Santana y contra España”.

(J. Agustín Concepción. Síntesis Histórica del Municipio Santiago Rodríguez. Pag. 57, segunda edición, citando a Archambault y a Juan Bosch).

De la convenció de Los Almácigos resultó la tercera revolución reivindicadora que se reinicia con los acontecimientos de Capotillo.

Refiere el General Fernando Lapaix, de Baní, que se encontraba en la campaña de la Línea Noroeste, que el día 26 de agosto de 1863 fue a Sabaneta un grupo considerable de personas influyentes de la época: Don Felipe Limardo de Puerto Plata, Don Doroteo Tapia, Don Alejandro Bueno y otros a pedirle al Gral. Santiago Rodríguez que aceptara la presidencia del gobierno que se iba a instalar en Santiago; pero el declinó con estas palabras; “No quiero que me pase como a Valverde en su gobierno de 1857; quiero estar a distancia de las ambiciones del poder. Mi única ambición era ver flotar otra vez mi bandera y ya está”.

SANTIAGO RODRÍGUEZ Y CAPOTILLO

El 15 de agosto y se reunieron en La Visite, próximo a Juana Méndez, los 14 restauradores que esa misma noche atravesaron la frontera. Estos eran: Santiago Rodríguez, Jefe de la Revolución, el Capitán Eugenio Belliard, Segundo Rivas, Alejandro Bueno, Pablo Reyes, Juan de Mata Monción, el español Angulo, San Amézquita, Tomas de Aquino Rodríguez, José Cabrera, Sotero Blanco, Benito Monción, Juan de la Cruz Álvarez y un soldado no identificado.

Los patriotas tomaron posesión del cerro de Capotillo durante la noche del 15. Al amanecer del 16 de agosto, izaron la bandera que había hecho el sastre Huberto Marzán y esperaron que el sol se anunciara por el oriente para hacer vibrar los tambores bélicos y las trompetas del honor.

Según las investigaciones, los primeros enfrentamientos de esta campaña, fueron el combate de Pimentel en Macabón el 17 de agosto, el 18 fue el ataque del grupo de Sánchez en Cabonera; el 19 el ataque de Benito Monción en Las Patillas y ese mismo día, la batalla de Macabón comandada por Pimentel y Monción en la que se desplomó la columna de Buceta.

Mientras tanto, Santiago Rodríguez, acompañado de su inseparable teniente José Cabrera partió rumbo a Sabaneta engrosando a cada minuto su ejército. Acampó en los Compos. Allí le informaron los espías avanzados de la llegada el día 17 del general Hungría, Gobernador de Santiago a Sabaneta y que venía contra él. Santiago Rodríguez, que era un militar probado, lo demostró en duelo con el más práctico, valiente y temible de los defensores del ejército español.

Al amanecer del 20 de agosto Rodríguez enfrentó la columna de Hungría en El Fundo de Manuela y logró desbandarla. Llevaba ya una columna de cientos hombres armados. Hungría marchó en retirada hacia Sabaneta, pero no pudo entrar a dicha plaza porque el General Santiago Rodríguez y su ejército lo perseguían sin tregua, Hungría se internó en los montes de Cercadillos y se refugió en la loma de Los Tabacos, próximo a las Caobas. El receso fue corto porque Santiago Rodríguez fue tras él, pero Hungría salvó la vida porque conocía el lugar y por sus conocimientos militares.

Santiago Rodríguez regresó a Sabaneta vencedor, al destruir la columna de Hungría, colgó su espada llena de lauros, en 1863.

MUERTE DEL GRAL. SANTIAGO RODRÍGUEZ

Al igual que con la fecha de nacimiento de nuestro prócer, hay versiones encontradas en relación con la fecha y lugar de su muerte. La más socorrida es la que da cuenta de que su fallecimiento ocurrió en Agua Clara (El Cantón), el 24 de mayo de 1879. Sin embargo, hay informaciones que demuestran que el prócer murió en Sabaneta. En El Cantón, él pernoctó en un momento que fue herido durante la guerra de la Independencia. Si hubiera muerto en ese momento, no habría sido el prócer de la Restauración, que ocurrió dos décadas después.

Su cadáver fue enterrado en el cementerio de Sabaneta, según el acta del cura P. Accelli.

  1. B.: Los restos del prócer, General Santiago Rodríguez, descansan actualmente en el Panteón Nacional.

A MODO DE REFLEXIÓN

El Gral. Santiago Rodríguez nos deja varias lecciones que es preciso retomar en estos tiempos:

Primera. EL AMOR A LA PATRIA GRANDE Y LA PATRIA CHICA. Solo por amor abandono sus empresas y su familia para emprender el proyecto restaurador.

Segunda. PERSEVERANCIA Y CONFIANZA EN SÍ MISMO Y EN SUS PROYECTOS. La convención de Los Almácigos así lo demuestra. Él y sus compañeros pudieron haberse rendido y abandonado el proyecto de restaurar la nación, luego de los fracasos recibidos, pero buscó consenso y continuó hasta la victoria. No lo decidió solo; consultó las personas indicadas antes de retomar la lucha.

Tercera. UN HOMBRE SIN AMBICIONES. Rechazó las ofertas de poder. Solo quería ver la patria libre. Hoy tenemos muchos “líderes” con ambiciones de poder político y económico y con poca vocación de servicio.

¡Gloria eterna al Gral. Santiago Rodríguez, padre de La Restauración!

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