A Cuco Valoy, con respeto y admiración.
POR: SERGIO REYES II – Periodista. Reside en New York.
El Cabaret de ‘Lola’.
Dulce y bella es la muerte en el momento en que la Patria necesita de sus hijos.
La Calle 17 -bautizada como ‘Padre Castellanos’ en homenaje de recordación a un digno sacerdote representante de la grey católica que, en su momento, enfrentó con gallardía a la naciente tiranía de Rafael Leónidas Trujillo Molina-, ha constituido, desde su trazado y construcción, una especie de frontera entre los Ensanches Luperón y Espaillat, hacia el norte, y los sectores populosos de Villa María y Agua Dulce -actual 27 de Febrero-, hacia el sur.

El sector poblacional en donde confluyen las calles Albert Thomas y las calles 2, 8, Respaldo 8 y 10, en sus intersecciones con la mencionada calle 17, -que, de siempre, ha sido la vía principal y de mayores facilidades para el desplazamiento, en toda esta parte de la ciudad de Santo Domingo-, constituía en aquellos años, y de manera especial en los meses, semanas, días y horas del inicio y sostenimiento de la Revolución de Abril de 1965, un hervidero humano en el que actuaban, hermanados, los soldados constitucionalistas y los combatientes surgidos del seno del pueblo, agrupados en las organizaciones denominadas Comandos.
Conocidas personalidades del activismo político partidario, como los Espinal, Catalino y Acevedo, entre otros, tenían sus viviendas y/o negocios establecidos en la zona y servían de entes de orientación, adoctrinaje, solidaridad, protección, suministro de alimentos y, en algunos casos, escondite, a militantes sometidos a persecución y hostigamiento.
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Por su alto significado en cuanto al apoyo brindado, tanto a la barriada como al cuerpo directivo del comando establecido en el sector, queremos resaltar el apoyo brindado por el señor Félix Espinal y su familia, quien tenía un almacén de expendio de alimentos muy frecuentado por los lugareños.
Ante la necesidad de provisiones para sostener a los combatientes, Felicito -como se le conocía coloquialmente-, en el curso de la contienda dispuso prácticamente de toda la mercancía con que contaba su negocio, al tiempo de prestar un discreto apoyo a otras personas de la barriada que acudían a él en procura de un difuso crédito, cuyo improbable pago solo el decurso de los acontecimientos podría determinar, más adelante.
Y no podía ser de otra manera: Este solidario comerciante era el patriarca de una gallarda familia proveniente de Loma de Cabrera, en la frontera norte dominicana, que desde los tiempos del Trujillato había venido dando muestras de un valioso historial de patriotismo y apego a las causas nobles. Desde su vivienda, en el poblado que discurre a los pies de la Cordillera Central, se difuminó por toda la región a partir de 1961 la lumbre fulgente de la libertad, enarbolada como bandera de lucha del Partido Revolucionario Dominicano –PRD-, ‘el partido del buey blanco y el Jacho prendío’, cuyos dirigentes recorrían toda la nación en busca de adeptos para echar la pelea en las elecciones que fueron convocadas tras la muerte del tirano y que fueron ganadas ampliamente por el presidente Juan Bosch, a fines de 1962.
Como puede deducirse de lo anterior, en el seno de los habitantes del Ensanche Espaillat se debatía un profundo espíritu de coraje, solidaridad y apego a la democracia. Y la familia Espinal lo simbolizaba en toda su magnitud.
De tal suerte, los integrantes de los comandos se movían a sus anchas en esta zona, defendían sus posiciones, respondían los ataques del enemigo y, cuando era necesario, se replegaban a sus viviendas y se amalgamaban con la masa del pueblo, intentando pasar desapercibidos.
Y en los días de angustiante monotonía, a la espera de que cuajase alguna de las ‘Fórmulas’ que se barajaban entre los negociadores extranjeros que buscaban envolver con engañifas y falsas intenciones humanitarias a los soldados del honor y la dignidad que combatían junto al Coronel Caamaño, los combatientes de la Zona Norte se entregaban a la monotonía, al juego de dominó, y a diferentes actividades de índole social o familiar.
Otros, disfrutaban en lo posible y hasta altas horas de la noche, el sutil adormecimiento derivado de unos tragos de alcohol bajo el influjo de letras y melodías que evocan quereres, sentimientos nobles y afectos, en el idílico rincón del subconsciente, muy ajenos a guerras, muertes, pugnas militares y ansias de redención social.
Y para ello, contaban con el refugio solidario del ‘Cabaret de Lola’ que, para esos días, recobraba parte del esplendor de otros tiempos y se atiborraba de parroquianos provenientes, eso sí, de ambos bandos, bajo el vigilante control de su dueña, que, reforzada por un nutrido grupo de muchachas a su cargo, repartía sus encantos e iba de mesa en mesa, apaciguando ánimos, aquietando ímpetus y mostrando altas dotes diplomáticas que ya quisieran para sí los encopetados y turulatos personeros de la OEA, en el curso de las negociaciones (o imposiciones, por mejor decir!) a su cargo.
Operaba, el popular centro de esparcimiento, en la acera sur de la Calle 17 casi esquina Respaldo 8. La dueña había dispuesto algunas habitaciones de la casa para expandir el negocio y facilitar la privacidad que se requiere en tales lugares; y reservaba otros espacios tales como aposento, cocina y baño en calidad de vivienda para sí y los suyos.
En medio de este ambiente de caldeados ánimos, ojeriza, odios reprimidos y un estado de tregua aparente -a punto de estallar en cualquier momento y bajo cualquier excusa-, como fuego que se expande en la vastedad de la pradera, comenzó a cobrar popularidad en todo el país la pieza musical Páginas Gloriosas, compuesta e interpretada por el entonces sonero Cuco Valoy, comprometido hasta el tuétano con la asonada constitucionalista.
A pesar de que, por su carácter épico y orientación patriótica, dicha composición no estuvo concebida inicialmente como pieza de baile, propiamente dicho, -y mucho menos en el ámbito de un cabaret-, lo cierto es que, en el decurso de la Guerra Patria, la crudeza de las letras y el espíritu libertario provocado por sus letras, que tocan las fibras más sensibles del ser humano, dieron pie a que en el lupanar no se hablase de otra cosa; y, por encima de cualquier otra selección, en los dominios de la imponente vellonera colocada en pleno centro del salón principal del negocio, las letras de la encendida pieza se dejaban escuchar de manera insistente, con igual significación que el Himno de la Revolución, de la autoría de Aníbal de Peña, –tarareado también con euforia en aquellos meses- o el Himno Nacional Dominicano, insuflando profundos sentimientos de heroísmo y combatividad, entre parroquianos y vecinos.
Eran los tiempos en que bastaba colocar una moneda de cinco centavos y hacer la selección del ‘disco’, para disfrutar el encanto de las letras y las notas musicales de la pieza de ocasión. Y, como podrá entenderse, para repetir la audición apenas bastaba depositar una, dos, tres, … o cuantas monedas Usted quisiese, para escuchar la canción sumido en el éxtasis del encanto. Tantas veces como monedas fuesen depositadas.
Artículo: ‘Páginas Gloriosas de la Patria’. / Sergio Reyes II
Notas Explicativas e imágenes.
1.- Intersección en diagonal de las calles Padre Castellanos (ant. 17) y Respaldo 8, que conecta los barrios 27 de Febrero y Ensanche Espaillat, en Santo Domingo.
De izquierda a derecha, local comercial en donde estuvo ubicado el cabaret de Lola (en realidad se llamaba La Cuchi cuchi); Estación Manuel de Jesús Galván, del Metro de Santo Domingo -al centro-, y a la derecha, lugar en donde estuvo ubicado el almacén de provisiones de la Familia Espinal, oriundos de Loma de Cabrera -local azul-.
2.- Local comercial de venta artículos del hogar.
En este punto se mantuvo funcionando durante varios años el popular cabaret La Cuchi Cuchi, del Ensanche Espaillat.
3.- Estación ‘Manuel de Jesús Galván’, del Metro Santo Domingo.
En este punto, del lado de la avenida principal (la 17) y cerca del contén, explotó la granada que le fuese arrojada con fines asesinos a los clientes que departían en el interior del cabaret mencionado. Causó múltiples destrozos al local y heridas graves, a varios de los presentes.
4.- Local comercial (repostería) ubicado en la esquina de las calles 17 y Respaldo 8, del Ensanche Espaillat, en Santo Domingo.
En este lugar se mantuvo funcionando por espacio de muchos anos el almacén de provisiones de la familia Espinal, oriundos de Loma de Cabrera.
Su dueño, Félix Espinal -‘Felicito’-, fue una persona de mucho aprecio en la barriada, dotado de grandes méritos cívicos y morales. En el curso de la revolución de Abril ’65 prestó valiosos servicios a la causa.
5.- Panorámica de la Calle Respaldo 8 del sector 27 de Febrero de Santo Domingo, en su conexión con la calle Padre Castellanos (17).
En el espacio que ocupa en el presente la casa pintada de blanco, con columnas –a la derecha-, estuvo ubicada la vivienda de una parte de mi familia, en el curso de la Revolución de Abril 65. Nótese que, de dicha residencia hasta la esquina, propiamente dicho, distan unos 50-60 pies de distancia.
(*).- Ese lugar explotó la granada que da motivo a la narración Páginas Gloriosas de la Patria.