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Elegía a Yaguajal

A: Raymundo Infante, que llora conmigo verte morir


Por: César O. Saint-Hilaire C.
Sabaneta, Santiago Rodríguez. -Sin las influencias de Rubén Darío ní la de Gabriel García Márquez ní la de otros poetas literatos de las letras del Cervantes el Doctor César Octavio Saint-Hilaire con un estilo histórico poético erige esta pieza literaria como un lamento a la desaparición paulatina de uno de nuestro afluente pueblerino: EL YAGUAJAL DE LA SABANETA ROMÁNTICA Y RESTAURADORA.

Andando o desandando caminos,
Cuando quise ser poeta,
dije que volvería a buscar,
el comienzo de mi infancia
en tus aguas cantarinas.

Cuando es, tu eras un gran rio
majestuoso y parejero,
con un estiaje de mucho litros por segundo
que no dejaba contaminar tus aguas orinadas
por el burro con su paciencia del cansancio
esperando su carga
de calabazos y aguaderas.

Te pregunto y no contestas,
no se si ahogado de vergüenza
o por que ya se murieron
las neuronas de tu memoria,
como la de Gabo,
que jamás recordó a Macondo.

Sutil paradoja, que no tengas memoria
y sin embargo, tengas recuerdos
de personajes que hicieron historia
cuando tu eras al mismo tiempo
Yaguajal y Sabaneta
y orgullosos decíamos
quien bebe de esas aguas
no se va de aquí.

¡Que reminiscencia tan triste!
Naciendo en Corral de Mata,
romper montañas verde centrino
peñas y rocas imponentes,
resbaladizas y grises
como sombrillas hiperestésicas
para terminar tu largo camino
en la influencia de Guayubín,
donde en rapsodia natural
se juntaban tus aguas con aquellas
sin poder separar
las unas de las otras.

Ya todo se ha perdido
que la angustia de saber
que se hicieron los charcos
que simbolizaron tus gracias:
el Manuelico, que Nonita-Germania
aruñaba las arenas en el fondo,
el Charquito Dulce, referencia obligada
del baño sabanetero,
el de Los Guardias, Sabana Larga,
la Peña Larga, ¡ay, La Peña Larga!,
con Sabó y Mamá Cutuca,
lavanderas mal pagadas y sin bikinis,
batiendo sus miserias
con el eco de sus paletas escandalosas
de Teófilo-Toñica
vadeando contra corriente
tus peligrosas avenidas
que arrastraban inmensos troncos muertos.

Por allá, aguas arriba
quedan retazos de tu belleza,
el Charco Prieto, El Salto,
y mas allá aun, El Bejarán
de las aguas prohibidas.

¡Cuántas nostalgias mordiendo mis dolores!
de no saber donde comienza
la injuria de tu muerte
no pudo ser,
porque fue un ideal de futuro,
al fundar este pueblo en tus orillas,
geométricamente paralelas
que no han tenido que prolongarse
para juntarse en arena secas
cubiertas de hojas muertas
como si fueran lagrimas
en un ritual de muerte.

Tal vez fue con la erosión
de los conucos precaristas
o al tumbar tus maras y palmeras
o enfermarse los pomales
que borraron el paisaje,
o quizás cuando se robaban
tus arenas en recuas y camiones.

Yo no se, pero recuerdo,
cuando en el año 49,
hirieron tus propias entrañas,
en el mismo sitio que Vange-Guaraguao
pescaba anguilas
que venían del mar de los Zargazos,
para construir el primer acueducto
o aquellos que instalaron
20 monstruos que se bebían tus aguas
En un solo sorbo
o éste último,
que las reprime
y convierte en hilachas tu historia milenaria.

Ahora, aún en el ocaso de mi vida,
No te quiero ver morir primero.
A veces me contento
cuando recibes el aliento de aguas nuevas,
pero al mismo tiempo
me apena la diferencia
de que ayer arrastrabas troncos grandes,
hoy arrastras cosas leves y pequeñas
que también las mueve el viento.

Todos somos culpables
por comisión o por omisión.
Tu muerte esta escrita
y no hay mas remedio
que el dolor de verte
morir muriendo
poco a poco.

César O. Saint-Hilaire C.
Primavera 2014

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1 COMENTARIO

  1. Distinguido Don César Saint-Hilaire:Acepte Ud. de antemano, la ardionda apologia de éste humilde servidor y desde yá su férvido adicto por tan melífluo laudatorio a nuestro agonizante riachuelo Yaguajal; del cual preservo rancias pero solaces reminis

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