Por Sergio H. Lantígua
La soledad, indulgente adlátere que se adosa a nuestra diestra cada vez que interpelamos su presencia, aunque signifique carencia de compañía u otra cosa, constituye una experiencia básicamente subjetiva, y puede tener su partencia en diferentes ascendientes como la propia elección por arbitrio, una enfermedad transmisible o hábitos sociales misantrópicos.
Por otra parte, la soledad, durante intervalos muy luengos, es causante del aislamiento aberrante, lo que pudiese ser percibido como una preferencia enfadosa, cuya secuela finalista sería una postura minusválida para reestructurar nuestras relaciones dentro de la sociedad.
Si bien para muchos, puede parecerle controversial a otros por su estado esencialmente deprimente.
Empero, abundan los filósofos que además de recomendar una vida sosegada y anacoreta, le perciben como modalidad ecuánime para agenciar una excelencia esotérica.
Arthur Schopenhouer, un filósofo alemán, sostenía que «la soledad es la suerte de todos los espíritus excelentes». También, psicológos y psiquíatras, emiten pariguales recomendaciones de aprovechar, y disfrutar esos ratos soledosos, ello, porque nos permite descubrirnos, y darnos cuenta en realidad de quiénes somos, y qué queremos en la vida.
Existen cuatro modalidades de aislamiento personal, fragmentados en el siguiente acervo: protectivo, creativo, por enfermedad, y el emocional.
La descollante desemejanza estriba en que los dos primeros – el protectivo y el creativo – son eventualidades voluntarias y los dos zagueros – por enfermedad y emocional – son contingencias inconscientes.
El aislamiento protectivo, es el usufructuado en experimentos, pruebas, y se dic tamina, porque uno tiene la opción de abandonar el confinamiento impuesto por albedrío sin que el tiempo invertido sea un malgasto, pués siempre hay compensaciones gananciosas en el propósito.
El aislamiento por enfermedad, idiosincrásicamente, es indeseable, debido a que no hay preparación expontánea para ello.
El aislamiento emocional, es un término utilizado para describir el estado en que el sujeto se desvincula emotivamente de toda cofradía solidaria a pesar de mantener una red social equilibrada.
El aislamiento creativo, se describe a sí mismo, y generalmente es manipulado por genios creadores para inventar, experimentar, y descubrir un algo ignoto; cabe mencionar que para estos estrafalarios personajes, esta formalidad, es placentera y productiva a la vez.
Ora, expuestas todas estas variantes alegóricas, y establecido el enfático distingo de la soledad a travez del aislamiento físico, y mental. Meditabundo en las evidencias, quiero adherir una peripecia metafórica, como auspicio motivador del malquisto encabezado.
SOLITUD
Estas son las percatas minutas e incongruencias que en esta tarde aciaga a mi alma acerban
Nimias enjundias de pensar ilógico que me atribulan en este dia transmutos cuasi execrables
Este es el pulsar de un corazón ensimismado en alguna ilusión caduca ya por demás olvidada
Que mientras tanto deja plasmado en este capitulado los sentimientos de un adolecer eterno
Donde se imponen mis ansias de perpetuarme entre los vivos desobedientes a una ley absurda
Aunque en mi pensamiento deshabitado participativos demonios coartan mis pasivos silencios
Donde deambula la soledad? Andará de brazos con la embriagante melancolía del crepúsculo?
Le confiero un espacio en blanco a la amargura en este vasto universo de desamores adversos
Para sepultar lo que resta del lúgubre egoísmo de sentirme muerto enterrado entre los vivos
Ya harto de respirar y presentir esa tierra venerable que dejará de ser santa cuando me cubra
Harto de sufrir, reír, y llorar. Harto de sentirme hospitalario por fuera y tan inhóspito por dentro
Harto de sentirme enamorado de la vida y de sentirme apegado a tanta innecesaria materialidad
Harto de ser el poeta que escribe versos inservibles aunque irónicamente me haga feliz hacerlo
Mis mas sinceras felicitaciones, el poema es una autenticidad de la vida misma.
Dr. Reinaldo Sanchez
Dr. Reinaldo Sánchez: Permítame reciprocarle con ésta ceráfica complacencia, el inmérito comento, el cual tasamos en su intrínseca plusvalía, porque en éste mezquino menester, los modismos de patrocinio devengados son muy exiguos. Como bien lo sinter