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Los niños aprenden de todo aquello que sucede a su entorno

Por: Sergio H. Lantigua
Aunque esta fuese una vivencia, que por su incumbencia personal, podríamos catalogarla como de poca trascendencia editorialista; sin embargo, me pareció un pormenor cautivante y quise hacerles participes porque presume, que muchos de vosotros habrán de tener hijos, nietos, etc.

Además, le hemos adherido el meollo enternecedor a la reseñada circunstancia y amalgamado con pasajes de espontánea ternura y comarcales remembranzas para aderezarle más originalidad y mantener al leedor enfrascado al recontamiento.

Aconteció la semana pasada, mientras presenciaba la graduación de «Kindergarden» de mi nieto más pequeño Alexander «Alex». Era la despedida de unos 20 compañeritos(as) de colegio, quienes el próximo año habrán de engrosar las filas del sistema educativo en heterogéneos recintos, ya como escolares uniformados; todos acompañados de sus padres, abuelos y demás parientes, entre ellos este servidor; quién experimentaba sentimientos unísonos de orgullo y melancolía apenas contenidos, mientras observaba la pueril escena de los pequeñuelos interpretando canciones infantiles, bailando, haciendo cosas alegóricas al programa, y alegremente dirigidos por una de sus profesoras.
Embargado por la mezcolanza de emociones, mi mente visiblemente, influenciada por el festivo espectáculo, partió subrepticiamente en un viaje retrospectivo al rescate de esas mortecinas reminiscencias de mi niñéz en Sabaneta, aterrizando en nuestra alfombra imaginaria, en aquella inolvidable comarca denominada Aminilla, donde a la edad de 4 o 5 años asistí por primera vez a la escuela, reviviendo involuntariamente una escena equivalente para siempre cincelada en el mural de mi memoria, celebrando un día de las madres y cantando aquel hermoso himno dedicado a nuestras progenitoras, con mi primera maestra Rosita, dirigiendo el coro infantil:
Venid los moradores del campo y la ciudad
Y entonemos un himno de intenso amor filial
Cantemos a las madres por su ternura y su afán
Y su noble atributo de agnegación sin par
Recuerdo vívidamente que al final del recital le dedicamos esta breve poesía:
Mirar para arriba
Mirar para abajo
Mirar mi maestra
Con tanto trabajo

En cuestión de segundos, desfilaron por mi ensimismo, una vorágine de añoranzas propias de la edad: como nuestra situación económica en aquella época, la falta de alimentos nutritivos, andando semi-desnudo, descalzo, carente de higiene apropiada, teniendo que distraernos con cualesquier retozo inventado por la muchachada, y la condición igualatoria entre el vecindario. A diferencia de estos pequeños, cuyos padres estoy seguro, les satisfacen todos sus gustos y antojos y quienes probablemente argumenten entre sí, a tan corta edad: que si papá es gerente de una compañía, que si el mío compró una yeepeta nueva, que si la familia del otro acababa de mudarse a una residencia con piscina, que quién posee más juguetes, etc. Por lo menos, yo, ni mis compañeros, teníamos este arquetipo de divergencias para enfrascarnos en fútiles discrepancias de clases burguesas.
Quizás fueron esas perentorias y vivencias, las que ejerciesen su influencia para que aprendiésemos a darle el valimiento intrínseco a las cosas adquiridas con el sudor de la frente. O tal vez será mi manera de admitir, que nunca he olvidado mi humilde descendencia, las penurias, el sacrificio, la carencia de todas esas nimiedades materialistas, cuyos episodios ya carcomidos, dejé enterrados en la botija de nuestras añoranzas en el solar nativo, y de donde desenterráramos el futuro ignoto que nos ayudó a escapar del lacre pertinaz que suponía vivir en la menospreciante pobreza.
Y sin poder sofrenar el abrupto enternecimiento por la rememoración, se me aguaron los ojos y me enjugé dos lágrimas que rodaran por mis trilladas mejillas, las que tal vez fueron interpretadas como producto del emotivo acontecimiento
«No hay peor desagradecido que aquel que olvida su pasado» (mi cita), que trata de desfigurar su origen, o sepultarlo en la fatuidad de ser lo que no es; cuando debiéramos adoptar una postura antagónica, afincados en el precepto de no avergonzarnos por haber pasado trabajo como forro de catre, mucho más, si estos mal ratos sirvieron como elementos positivistas en el aprendizaje y desempeño de nuestra vida futura.
De aquella infrecuente velada, salvamos un opúsculo adjudicado a cada uno de los concurrentes, el cual es usado como horma para trazarles pautas a los párvulos pupilos, de donde confeccionara el siguiente sumario o traducción, que consideráse un excelente guión aplicable a la permutable pedagogía hogareña, primordial para el crecimiento de nuestros procreados.

LOS NIÑOS APRENDEN DE TODO AQUELLO QUE SUCEDE A SU ANTORNO:
SI CRITICAMOS A NUESTROS NIÑOS EN DEMASIA – APRENDERAN A ENJUICIAR A LOS DEMAS
SI EL NIÑO VIVE BAJO UNA CONSTANTE HOSTILIDAD PATERNA – APRENDE A SER PENDENCIERO
SI EL NIÑO ES ASIDUAMENTE RIDICULIZADO – SE VOLVERA INSEGURO Y VERGONZOSO
SI EL NIÑO VIVE BAJO UNA ATMOSFERA ACUSATORIA – SE SENTIRA CULPABLE TODA SU VIDA
SI LOS PADRES DEL NIÑO NO SON TOLERANTES – NUNCA APRENDERA A SER INDULGENTE
SI AL NIÑO SE LE DA SUFICIENTE ANIMO Y APOYO – CRECERA HARTO DE CONFIDENCIAS
SI AL NIÑO SE LE DEMUESTRA CUAN IMPORTANTE ES – APRENDERA A VALORIZAR SUS SEMEJANTES
SI EL NIÑO ES TRATADO CON IMPARCIALIDAD – APRENDERA A SER JUSTO
SI AL NIÑOSE LE DA SEGURIDAD HOGAREÑA– APRENDERA A TENER FE EN SI MISMO
SI EL NIÑO CRECE BAJO UN AMBIENTE DE RESPETO – SE RESPETARA A SI MISMO Y POR ENDE A LOS DEMAS
SI EL NIÑO CRECE BAJO UN AMBIENTE DE CARIÑO – APRENDERA COMO ENCONTRAR AMOR EN EL MUNDO POR SI SOLO.

De mi peculio, quise anexar la siguiente nota o prólogo a éstas filosofías, emanadas de este acaecimiento, además de un poema que escribiese a mi querido nieto Alex, motivado por las aludidas circunstancias.
SI TENEMOS EXITO EN INCULCARLE A NUESTROS NIÑOS LA IMPORTANCIA QUE CONLLEVA ESTUDIAR – DE SEGURO SU PORVENIR Y EL DE SUS FUTURAS GENERACIONES ESTARA ASEGURADO.
MI PEQUEÑO NIETO ALEX
Niño de sonrisa ingenua con par de ojos color aceituna
De tiernos modales y podado cabello de matiz dorado
Que me das amor espontáneo cuando efusivo te abrazo
con amor indeleble y diáfano que nunca te hará daño
Amor eterno para el párvulo ángel de mi adoración
A tí dedico este verso alcahuete por ser tu abuelito
Aspirando verte crecer un hombre hecho y derecho
Hasta que pasen los años y llegue la hora inevitable
Te juro que seguirás siendo siempre Alex mi pequeño
Y que continuamente desde el más allá protegerte
Mi pequeño Alex – mi nieto – no sabes cuanto te quiero

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